La Copa Oro 2025 llega a su momento cumbre. El partido que todos queríamos está servido en bandeja de plata. El Tri cumplió con el trámite y ahora nos espera el rival de toda la vida. Estados Unidos estará del otro lado de la cancha. La cita es este domingo 6 de julio en el NRG Stadium de Houston.
Parece que el destino estaba escrito. Más bien, esta era la final que el fútbol de la región necesitaba. Se siente en el aire esa tensión bonita, esa que solo un Clásico de CONCACAF puede provocar. Todos estamos contando las horas, listos para disfrutar de la final en Betano en vivo, donde la emoción del partido se vive al máximo.
Un trámite con sabor a venganza
El partido contra Honduras fue como tenía que ser. La Selección Mexicana manejó el encuentro con inteligencia y paciencia. De hecho, nunca pareció que el boleto a la final estuviera en riesgo. Un solitario gol del de siempre, de Raúl Jiménez, fue suficiente. El delantero del Fulham apareció al minuto 50 para mandar la pelota a guardar.
Además, la asistencia vino de un chamaco de 16 años, Gilberto Mora. ¡Qué descaro y qué futuro tiene ese muchacho! El Tri controló el balón después del gol. Honduras, con más corazón que fútbol, simplemente no pudo reaccionar. Así se selló el pase.
La muralla que nadie pudo derribar
Si algo ha caracterizado a este equipo de Javier Aguirre es su orden defensivo. El Tri se ha convertido en una auténtica fortaleza. A lo largo del torneo, la defensa ha sido prácticamente impasable. Solo han permitido dos goles en cinco partidos. ¡Dos goles! Sobre todo, la seguridad que transmite Ángel Malagón en la portería es fundamental.
Delante de él, César Montes es un mariscal en la central. Por lo tanto, el equipo juega con una confianza tremenda desde atrás. Saben que es muy difícil que les anoten. Quedó claro contra los catrachos. Un gol bastó porque la puerta de México estuvo bien cerrada.
Sangre nueva para viejas glorias
Mientras los jugadores de siempre dan la cara, la nueva generación levanta la mano. Lo de Gilberto Mora en la semifinal fue una bocanada de aire fresco. Ver a un jovencito de 16 años poner un pase de gol en un partido tan importante ilusiona a cualquiera. Aún así, la base del equipo sigue siendo la experiencia.
Edson Álvarez es el jefe de la media cancha, el equilibrio de todo. Además, Alexis Vega por fin se quitó la malaria y anotó en cuartos de final. Esa combinación de veteranos y jóvenes parece ser la fórmula del "Vasco" Aguirre. Claro está, se extraña la zurda de Luis Chávez.
El vecino incómodo nos espera
Del otro lado tenemos a Estados Unidos. Y cuidado, que nadie se confíe. Es verdad que llegaron a este torneo con un equipo "B". Muchas de sus figuras que juegan en Europa no están presentes. Pero eso no les ha impedido llegar a la gran final. Parece que su cantera de jugadores es más profunda de lo que muchos creían. Su camino ha tenido momentos de drama y buen fútbol.
- Llegan al partido decisivo sin sus principales estrellas europeas.
- Diego Luna ha sido su pieza más peligrosa en el ataque.
- Su portero, Matt Freese, se vistió de héroe en los penales de cuartos.
- Vencieron a una aguerrida Guatemala en las semifinales por 2-1.
Cuentas pendientes en Houston
La historia entre México y Estados Unidos es larga y llena de capítulos memorables. Duele decirlo, pero en los últimos años nos han tomado la medida. Las finales recientes de la Liga de Naciones se las llevaron ellos. Nos ganaron la última final de Copa Oro en 2021.
Por lo tanto, este partido es una oportunidad de oro para dar un golpe en la mesa. Es la chance de demostrar quién sigue siendo el mandamás de la zona. El Tri tiene ventaja en finales de Copa Oro contra ellos, con cinco victorias y dos derrotas. Esa estadística tiene que pesar en la cancha de Houston.
El ensayo general antes del gran baile
Esta final es mucho más que un simple trofeo. Para México, ganar significaría asegurar la décima Copa Oro, un logro tremendo. Sería un espaldarazo gigantesco para el proyecto de Javier Aguirre. Sobre todo, daría una confianza enorme de cara al Mundial de 2026 que jugaremos en casa. Una victoria calmaría las aguas y uniría al grupo y a la afición.
Perder, en cambio, sembraría más dudas y le daría alas al vecino. Para los aficionados, esto es una cuestión de orgullo. Se trata de poder ver al rival a los ojos y recordarle su lugar en la jerarquía de la CONCACAF.
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