Sandy Alomar todavía sueña con el tablazo del 97
Sandy Alomar Jr. sonríe y sacude levemente su cabeza al escuchar los nombres de los integrantes del equipo de la Liga Americana en el Juego de Estrellas de 1997.
La realeza del béisbol.
Están Cal Ripken y Roger Clemens. Randy Johnson, Ken Griffey Jr., Frank Thomas, Jim Thome, Mariano Rivera, Mark McGwire y su propio hermano, Roberto Alomar. Añádale algunos nombres de la Liga Nacional. Como Tony Gwynn, Greg Maddux, Mike Piazza, Barry Bonds, Barry Larkin, Pedro Martínez y Curt Schilling. El talento que salió al campo esa noche fue asombroso.
Ya hay 19 de ellos en el Salón de la Fama y algunos que esperan ingresar pronto a Cooperstown.
Por eso estuve en el banco, bromea Alomar.
Cuando le tocó salir a batear, el ex cátcher de los Indios, hoy coach de primera base, pasó a ser la estrella del encuentro y adquirió contornos legendarios en Cleveland.
Con el juego empatado 1-1 en el séptimo inning, Alomar, cuya carrera peligró por lesiones en las rodillas, disparó un jonrón de dos carreras a las tribunas del sector izquierdo ante Shawn Estes, de San Francisco, que hizo delirar de pie a la afición en el Jacobs Field (hoy Progressive Field) y dio a la Americana una victoria 3-1 en una noche en la que el pitcheo mandó.
Al correr por las bases, Alomar pensó en muchas cosas.
En su abuela de 96 años, Tonee Velázquez, quien había fallecido cuatro días antes en Puerto Rico. Los hermanos Alomar lucieron pequeñas cintas negras en sus uniformes en su homenaje y Sandy le dedicó su actuación a ella.
Si bien el tablazo fue algo especial, el recuerdo más memorable de Alomar es de algo que pasó una vez finalizado el juego de esa noche de julio.
Poco después de que el comisionado Bud Selig le entregó el trofeo al Más Valioso, su hijo Marcus, de siete años, corrió al terreno para abrazarlo. Rodeado de cámaras y con los fanáticos que coreaban su nombre, Alomar posó para fotos con el trofeo y su hijo alborozado en sus brazos.
No te puedes preparar para algo como eso porque no sabes que vas a ser el MVP, dijo Alomar la semana pasada. De hecho, ¡ni sabía si iba a jugar! Son cosas del momento. Él estaba allí y corrió hacia mí. Fue algo fantástico... La posibilidad de poder sacarte fotos con tu hijo en tu propio estadio.
Cleveland alberga el Juego de Estrellas por sexta vez el martes. Una ocasión que permite a Alomar revivir tal vez el momento más memorable de su carrera.
Los Indios estaban en medio de una campaña gloriosa.
En 1995 habían llegado a su primera serie mundial en 41 años, que perdieron ante Atlanta. Pero una poderosa alineación con Thome, Alomar, Manny Ramírez, Omar Vizquel y Matt Williams volvió al clásico de octubre dos años después,, luego de que Alomar pegase un jonrón contra Mariano Rivera en el octavo inning que empató el cuarto juego de la serie con los Yanquis y ayudó a los Indios a eliminar a los neoyorquinos en los playoffs. Cleveland perdió la serie mundial ante Florida en siete juegos.
En esos días Cleveland estaba en un período floreciente y los Indios eran el equipo deportivo del momento luego de que Art Modell decidiese mudar a los venerados Osos a Baltimore el año previo.
Alomar estaba en racha --pegó hits en 30 juegos seguidos en 1997-- y jugó su sexto y último Juego de Estrellas en 1998.
Los otros cinco fueron grandes experiencias. Pero nada comparado con el de Cleveland.
Me alegro de haber tenido la posibilidad de estar allí, en mi estadio, con una comunidad lista para prosperar, declaró. Los Indios lo organizaron muy bien, lo mismo que las grandes ligas. Estuve en muchos Juegos de Estrellas. No quiero hablar mal de nadie, pero fue algo especial.
Es una comunidad muy unida. Todos aportaron. Salió todo muy bien. Todas las actividades estuvieron bien organizadas. Ahora hay muchas más cosas.
Alomar ha estado muy requerido estas últimas semanas. La gente quiere que reviva su gran momento del 97. Y él trata de satisfacer a todos.
Espero que durante las actividades sea reconocido no solo por el jonrón, sino por haber sido el jugador que fue, dijo el piloto de los Indios Terry Francona. Conozco a Sandy desde que jugó pelota de invierno en Ponce (Puerto Rico) para su padre. Pude ver cómo progresaba su carrera y luego lo tuve entre mis colaboradores. Es mejor persona de lo que fue jugador. Y eso que fue un jugador realmente bueno.
Modesto como pocos, añadió Francona. Eso me encanta.
Alomar añora sus días de pelotero y se maravilla de lo mucho que ha cambiado el béisbol desde que se retiró en el 2007.
Mucho más análisis, expresó.
Él no cambiaría nada en relación con las dos décadas que pasó con los Indios.
Fui muy afortunado, dijo alomar, coach de Cleveland desde el 2010. La de 1994 pudo haber sido mi última temporada, acotó, aludiendo a una operación en una rodilla. Me siento muy agradecido porque pude volver y jugar muchos años a pesar de la lesión.