Se cumplen cien años de la infame historia de los Medias Negras
El lanzador estelar de los Medias Blancas de Chicago, Eddie Cicotte, le propinó un pelotazo intencional al primer bateador de los Rojos de Cincinnati, Morrie Rath, al comenzar el juego inaugural de la Serie Mundial de 1919. Esa acción fue el más claro mensaje para que los apostadores supieran que sus exigencias, para manipular el resultado de la esperada final de las Ligas Mayores, iban a ser seguidas conforme lo planeado semanas atrás.
Han pasado 100 años del mayor escándalo desatado en la historia del beisbol de Estados Unidos, episodio tristemente conocido como Medias Negras y que concluyó con la expulsión de por vida de ocho jugadores del equipo de Chicago, quienes acordaron entregar esa serie ante Cincinnati, en la que eran amplios favoritos.
Miles de dólares movieron los conspiradores para la trama, la cual nunca ha sido totalmente esclarecida. Diversas investigaciones revelaron que hubo más gente involucrada que los peloteros castigados e incluso que el dueño del equipo, Charles Comiskey, estaba enterado. Pero el más grande perdedor fue sin duda Joe El Descalzo Jackson.
No hay dos historiadores que hayan llegado a un acuerdo sobre lo que ocurrió en la Serie Mundial de 1919 y sus consecuencias”, expresó Louis Hegeman, un abogado de Illinois durante una presentación del caso Joe Jackson durante la Convención de la Sociedad de Investigación de Beisbol de Estados Unidos realizada en 1992, la cual es retomada en el libro Enterrando a los Medias Negras, del autor Gene Carney.
En la tumba de Joe Jackson aparecen pelotas y zapatos de beisbol. Sus seguidores esperan su perdón e ingreso al Salón de la Fama.
Estados Unidos se recuperaba en 1919 de los estragos de la Primera Guerra Mundial. La severa crisis, perceptible entre los ciudadanos, necesitados de un escaparate y entonces el beisbol se convirtió en la mejor opción ante algunos hechos bochornosos de arreglos que se habían presentado en otras actividades deportivas como el boxeo y las carreras de caballos.
Los apostadores tenían una impresionante red por todo el país para hacer “negocios” a su manera. De hecho se dice que la Serie Mundial de 1918 entre Cachorros y Medias Rojas fue su primer experimento, aunque esa versión nunca se comprobó.
El beisbol vivía su mejor momento. Los Medias Blancas de Chicago habían sido campeones en 1917 con un equipo en el que figuraron El Descalzo Jackson, Eddie Cicotte y Happy Felsch, quienes años más tarde fueron parte de los ocho suspendidos de por vida tras el escándalo junto a Arnold Gandil, Buck Weaver, Charles Swede Risberg, Lefty Williams y Fred McMullin.
Rojos de Cincinnati llegó como víctima segura para la Serie Mundial de 1919, que se realizó del 1 al 9 de octubre, por lo que era el momento ideal para que uno de los más conocidos apostadores de la época, Sport Sullivan, famoso por su desarrollado conocimiento de estadísticas, jugadores y del beisbol en general, apoyado por el poderoso Arnold Rothstein, quien se encargó de financiar.
Sport Sullivan fue el mismo personaje que denunció al mejor lanzador de la historia, Cy Young, al revelar una anécdota en la que le había ofrecido una suma tres veces superior a su sueldo.
Una vez se me acercó para ofrecerme dinero y entregar uno de mis juegos. Le di un puñetazo en la barbilla y lo corrí del hotel”, contó años después el líder ganador de todos los tiempos.
El primera base de los Medias Blancas, Arnold Gandil, amigo de años atrás de Sullivan, fue el principal enlace y quien organizó la reunión entre el apostador y un grupo de jugadores. Fue considerado como el principal conspirador al aceptar la oferta de 100 mil dólares.
Un siglo después, el cúmulo de dudas sigue envolviendo a este oscuro episodio. Lo único real es que Medias Blancas perdió aquella Serie Mundial cinco juegos a tres antes los Rojos, en una contienda que entonces fue pactada a nueve encuentros.
Durante los partidos se presentaron algunas sospechas: el lanzador Ed Cicotte (con 29 victorias en la temporada) permitió seis carreras en poco más de tres entradas del primer juego. Lefty Williams, ganador de 23 partidos en el rol regular, perdió los tres que lanzó en la Serie Mundial, mientras que la ofensiva poderosa de los Medias Blancas llegó a acumular 26 entradas consecutivas sin conseguir carrera, una racha que se presentó a partir del quinto inning del tercer juego y que se prolongó hasta la quinta entrada del sexto juego. En ese lapso recibieron dos blanqueadas
Situación especial fue la del Descalzo Jackson, jardinero izquierdo del equipo, quien a pesar de estar entre los señalados en la conspiración, fue el mejor jugador ofensivo de la Serie Mundial con 12 hits, un récord que duró 45 años, conectó el único cuadrangular del Clásico y bateó para .375. Además fue el máximo productor de su equipo con seis anotaciones y no cometió error a la defensiva.
EJEMPLO ENTRE LOS INMORTALES
Babe Ruth aceptó con toda humildad que gracias a que copió el estilo de bateo del también zurdo Joe El Descalzo Jackson logró perfeccionar su estilo y convertirse en un mejor toletero en las Grandes Ligas.
Copié el estilo del swing de Joe Jackson porque el suyo era más perfecto y es el que me hizo un mejor bateador”, aceptó Ruth en una entrevista realizada en 1919.
Ty Cobb, quien por décadas tuvo el récord de más imparables en toda la historia, también tuvo elogios: “Joe tenía el mejor swing que nunca había visto y que era le mejor bateador natural” .
Ted Williams, jugó en otra época con los Medias Rojas de Boston, pero siempre expresó su deseo de sostener una charla con Jackson, con la que aseguró hubiera aprendido más sobre el arte del bateo.
El Descalzo Jackson llegó a los Mayores con Atléticos de Filadelfia para la temporada de 1908, pero sólo sumó diez juegos en dos años. Nunca se acostumbró a una ciudad grande y al acoso de sus compañeros por ser analfabeta. Fue cambiado a Cleveland para la temporada de 1910 en la que sólo vio acción en 20 partidos y alcanzó a pegar su primer jonrón.
Pero fue un año después, en el que se estableció al jugar la temporada completa y acumular un promedio de bateo de .408, que sigue siendo récord para un novato en las Grandes Ligas.
Su esposa Katie Jackson era la encargada de leerle las cartas de los aficionados y ayudarle en la firma de los contratos. Manejaba todo lo relacionado con su carrera, de hecho estuvieron a punto del divorcio en 1915 cuando El Descalzo, atraído por un espectáculo teatral que montó durante el receso de temporada, amenazó con ya no regresar a jugar beisbol.
El equipo de Cleveland, que pasaba por una severa crisis financiera, decidió negociar a su gran estrella al equipo que más ofreciera por él. Charles Comiskey, dueño de los Medias Blancas, envió a su secretario con un cheque en blanco.
El 21 de agosto se llegó a un acuerdo por un pago de 31 mil 500 dólares en efectivo y tres jugadores más que en total dieron una suma cercana a los 65 mil 500 dólares.
Con los Medias Blancas llegaría sus grandes momentos y sobre aquel fatídico episodio de 1919, que le costó el destierro eterno del beisbol. Jackson sólo había aceptado la mitad del dinero que se le ofreció y antes de iniciar la contienda intentó regresar tal cantidad, pero no le fue posible. Incluso, al término de la Serie Mundial buscó a Comiskey, pero no lo recibió en la oficina. Notas periodísticas de la época informaron que los cinco mil dólares los utilizó para pagar una cuenta de hospital de una de sus hermanas.
Para la temporada de 1920, siete jugadores de los ocho señalados se mantuvieron con el equipo incluso Jackson llevaba otra buena temporada. El único que se retiró para ese año fue Arnold Gandil, señalado como el principal conspirador. El escándalo ya se había desatado y entonces el dueño de Medias Blancas decidió como primera medida dar de baja a los otros jugadores.
Los ocho involucrados fueron declarados inocentes en la corte en 1921. Pero ante la presión social y el miedo de que el beisbol se viera golpeado en su credibilidad, los propietarios de los equipos de las Grandes Ligas nombraron al exjuez federal Kenesaw Mountain Landis para buscar una solución. El poderoso comisionado decidió expulsar de por vida a los beisbolistas, medida que se mantiene vigente.
En lo que fue el hogar de Joe El Descalzo Jackson en Greenville, Carolina del Sur, existe un museo en su honor en el que se exhibe memorabilia. Además, un grupo de voluntarios trabaja en una campaña, por medio de venta de souvenirs y donaciones, para que que aún estos días sea perdonado y se permita su ingreso al Salón de la Fama de las Grandes Ligas.
Joe Jackson murió el 5 de diciembre de 1951, pero su leyenda sigue viva a cien años del episodio que lo marcó.
No soy lo que se llama un buen cristiano, pero creo en el libro de Dios, particularmente en donde dice que todo lo que siembras lo cosecharás. Estoy dispuesto a dejar que el señor sea mi juez”, expresó Jackson en una entrevista concedida en 1949 a la revista Sport.
UN ANALFABETA NACIDO PARA BATEAR
ocho hermanos (seis hombres y dos mujeres), nació el 16 de julio de 1887 en el condado de Pickens en Carolina del Sur. Debido a problemas económicos que enfrentó su familia tuvo que mudarse a Greenville, donde se estableció.
La vida que enfrentó Joe fue dura y no había tiempo de ir a la escuela por lo que nunca aprendió a leer y escribir. Desde muy niño sus labores estaban centradas en una fábrica textil y así hubiera pasado el resto de su vida sino hubiera sido por su habilidad para jugar beisbol.
A los 13 años ya era el estrella de un equipo local y los aficionados se deleitaban con los poderosos batazos. Una habilidad aprovechada por sus hermanos para pasar los sombreros entre la multitud y de esta forma conseguir un ingreso extra con las propinas que dejaban sus jonrones.
En una ocasión, tras jugar con unos spikes nuevos, llegó al encuentro del siguiente día con unas ampollas a punto de reventar en los pies. El manager le solicitó entrar al campo como fuera, debido a que contaban con pocos jugadores. Jackson no pudo negarse a la orden y tuvo la ocurrencia de quitarse los zapatos para salir al diamante.
En la séptima entrada conectó un triple y al llegar a la antesala se escuchó un grito desde la tribuna: “¡Hey, miren a ese, juega descalzo!”.
Fue la única ocasión que jugó sin zapatos, pero el apodo le acompañaría a partir de ese momento a una de las más grandes leyendas del beisbol, aunque no era de su agrado porque se le relacionaba con la pobreza por la que pasó.
Su primer contrato en una liga semi profesional, el cual firmó sólo con una “X” fue por 75 dólares y lo combinaba con otras labores en el molino.