REACCIÓN DEPORTIVA con Carlos Yeme: El crecimiento de Jaime Munguia
La victoria del peleador Tijuanense Jaime Munguia ante el irlandés Gary O’Sullivan nos ofrece una perspectiva esperanzadora, no solo para el futuro del juvenil ex campeón mundial tijuanense, sino para el arte de fistiana mexicano en general.
Durante muchos años, los peleadores de nuestro país se circunscribían a las divisiones pequeñas, de peso pluma hacia abajo, y había honrosas excepciones en divisiones de peso welter hacia arriba.
Aún recuerdo un nombre aislado durante la década de los 90s como Isaías Lucero en los pesos medios, y desde luego los pesos completos mexicanos de los 60s y 70s como el “pulgarcito” Manuel Ramos, o el “King Kong” Mauricio Villegas, quienes cubrieron una época importante del boxeo mexicano, pero que eran honrosas excepciones de mastodontes en un deporte que en este país siempre dominado en los pesos fue chicos, especialmente aquellos ubicados de peso gallo, la llamada división de lujo del boxeo mexicano para abajo.
En la actualidad, pareciera que el biotipo del mexicano ha cambiado, y ya son varios peleadores de nuestro país con importantes actuaciones en las divisiones superiores, empezando con el efectivo pero impopular Canelo, pasando por Munguia, y terminando con Andy Ruiz Jr.
No sé si sea cuestión de que la alimentación, suplementación y asesoría nutricional se ha modificado para los atletas de alto rendimiento en esta era, o que simplemente por evolución natural, los jóvenes, especialmente los norteños, tengan esta dimensión físico atlética superior a la de peleadores de antaño.
Munguia es un jovencito, tiene 23 años de edad, y bajo la tutela del ex campeón mundial Erik Morales puede crecer exponencialmente en sus cualidades técnicas y tácticas, mejorar su defensa que es algo que le era criticable en sus inicios, y entender factores estratégicos que le ayudaran a definir de forma desahogada sus compromisos por venir.
¿Podrá ser Jaime Munguia la siguiente “cara” del boxeo mexicano? Sin duda tiene muchos ingredientes para serlo, pero solamente en el aspecto puramente deportivo, por desgracia su personalidad seria, y adusta, algo que se asociaría casi naturalmente a un peleador entregado a su profesión, sin distracciones ni parrandas, se contrapone a un elemento intangible que los aficionados en México añoran de las figuras del pasado: el carisma natural, el peleador de “sangre liviana”, aquel que caía bien y se idolatraba en las buenas o en las malas, ese extracto de pueblo que le permitía identificarse por igual con ricos que con pobres, y que, reitero, los peleadores de esta época ¡no tienen!
Ojo, no estoy cayendo en nostalgias, o en polémicas de si aquellos eran mejores que estos, o que los modernos son más altos, más rápidos y más fuertes que los de ayer, sino simplemente sugiriéndole a usted, amable lector que medite, y me diga ¿Qué es más importante, ser cien por ciento profesional en la disciplina que se practica, o tener arrastre popular aun y cuando se incurra en indisciplinas o falta de profesionalismo?
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