El Duende y el Halcón, dos mexicanos en el Tour de Francia 94
Raúl Alcalá no olvida el Tour de Francia de 1994, la última participación del Duende. En la línea de salida estaba el ciclista regio, como capitán del equipo Motorola, y bajo su tutela el estadunidense Lance Armstrong hacía su segunda aparición en la ruta francesa. También estaba el español y favorito Miguel Induráin, quien buscaba su cuarto título consecutivo, así como el italiano Marco Pantani, quien se asomaba en Lille para desafiar al ibérico. Y en el grupo de los primerizos estaba Miguel Arroyo, un tlaxcalteca que en México había derrotado al mismísimo Greg Lemond con una bicicleta armada con retazos de otras, cuya hazaña no pasó desapercibida por los europeos. El equipo galo Chazal-MBK König decidió debutarlo aquel año.
El Tour de Francia abría las puertas a dos ciclistas mexicanos (Raúl Alcalá y Miguel Arroyo). El Duende regiomontano y el Halcón de Huamantla comenzaban una amistad que se hizo añeja, más allá de la rivalidad deportiva que tuvieron en las carreteras. Aquella Tour francesa fue dominada por Induráin (su cuarto de cinco títulos consecutivos), Pantani llegó tercero y el jovencito Armstrong abandonó por segunda ocasión. Fue la última para Alcalá y la primera para el Halcón. Raúl se despidió con la llegada a París en el puesto 70. Arroyo se apoderó del 48.
Lo anterior lo recordaba Raúl Alcalá (el pasado viernes) tras enterarse de la muerte de Miguel Arroyo a los 53 años de edad en un hospital poblano, a causa de un paro respiratorio durante una cirugía. El Halcón sufría de cáncer en el estómago y no aguantó la operación.
Hablé con él por teléfono el miércoles. Me decía que se sentía bien, que tenía ganas de pedalear juntos en su carrera de Huamantla”.
Un día después, la familia de Arroyo le avisó al regiomontano la muerte del Halcón y que lo despedirían en Huamantla. Así que el viernes, Raúl tomó un vuelo a la Ciudad de México y de ahí abordaría un auto para manejar hasta Huamantla, despedir al amigo en compañía de miles de aficionados al ciclismo.
La charla con Raúl Alcalá, ganador de dos etapas francesas (1989 y 1990) se dio en dos momentos: antes de subir al avión rumbo a México; después, manejando rumbo a Huamantla. El ciclista recordó que “Miguel llegó con fuerza a Europa, él vivía en Bélgica y yo en Suiza. Como buenos paisanos, pronto hicimos amistad, al grado de ir platicando en plena competencia. Miguel era friolento, pero no se rajaba. Aprendió pronto a hablar francés, aunque en el Tour muchos hablábamos español, empezando por el campeón Miguel Induráin. Y, como mexicanos, éramos malhablados, aunque yo lo era más”.
El destino los juntó en tu último Tour de Francia.
Él corrió tres tours, nos veíamos en todas las carreras en Europa, teníamos casi el mismo calendario. Nos conocíamos muy bien, al grado de hacer una amistad que duró hasta estos días. En los últimos cinco años pedaleamos juntos en el Challenge que yo organizo y en el Gran Fondo que él hacía.
¿La última vez que pedalearon juntos?
Fue en agosto, en Huamantla. Era mi tercer año acompañándolo en su vuelta, conviviendo con Carmelita, su esposa, y sus hijos. Este año tenía preparada mi cuarta participación en Huamantla. Después de la carrera, nos quedábamos a comer en su casa y recordar viejos tiempos. Era buen anfitrión, con una humildad tremenda.
¿Hubo rivalidad entre ustedes?
Rivalidad siempre la hubo, porque Arroyo corría para un equipo diferente y teníamos que entregar cuentas a nuestros equipos. Yo estaba en el Motorola de Estados Unidos y Miguel pertenecía al Chazal de Francia. Fuimos buenos amigos, arriba y debajo de las bicicletas, pero cada quien con sus intereses. Los dos queríamos ser los mejores ciclistas de México.
¿Nunca compitieron en el mismo equipo?
Fíjate que no. Él siempre estuvo en equipos franceses y compitió al lado de Greg Lemond. Yo estuve con el PDM holandés, así como el 7 Eleven y Motorola gringos.
De los dos mexicanos en Francia, tú eras el veterano.
Yo ya traía siete tours corridos y él comenzaba. Claro que me llamó la atención que se apareciera otro ciclista mexicano. Un gusto saber que había un paisano. Era muy batallador, un guerrero con casta.
¿Había tiempo para platicar?
Teníamos todos los kilómetros del mundo para platicar, le preguntaba cómo se encontraba física y moralmente. Él vivía solo en Europa y un poquito de ayuda emocional era buena para ambos.
Tú en el ‘94 eras el capitán de Motorola.
Era uno de ellos, ya iba de salida.
Tuviste bajo tu tutela a un chamaco llamado Lance Armstrong.
Lance comenzaba, era su segundo tour. Con él hubo amistad y mucho respeto. En aquellos años, él corría para mí.
Pero hiciste mejor amistad con Induráin.
La amistad siempre estuvo abierta para todos, dejando de lado la rivalidad de los equipos. Hace seis años vino Induráin a un Challenge que organicé en Morelos, en la primera edición.
Aunque hiciste una mejor amistad con el Halcón de Huamantla.
Nos encontrábamos en casi todas las competencias, en el Giro de Italia, el Tour de Francia, la Vuelta a España. Nos veíamos y nos saludábamos con mucho cariño, sabiendo que ambos estábamos en tierras lejanas. Él vivía en Bélgica y yo en Suiza.
¿De los pocos que hablaban español?
No, para nada. Había mucho español y los franceses también lo hablan. Además, Miguel Arroyo hablaba muy bien el francés y algo de inglés. No teníamos problemas con el idioma.
¿Qué es lo que más sufrieron en Europa?
El frío y la lluvia. A Miguel le pegó mucho la baja temperatura, pero nunca se rajó.
¿Les llegó a pegar el síndrome del Jamaicón?
Para nada, ninguno de los dos abandonó. Miguel llegó a estar mucho tiempo solo, pero nunca se rindió. Él era muy amiguero con todos los competidores, y eso que no fueron tiempos de las redes sociales.
¿Era malhablado?
Pues como cualquier mexicano, aunque no como yo.
Hablando de mexicanos, ¿cuándo veremos a otro en Francia?
Dudo que salgan otros paisanos. Hay mucha gente que quiere salir, pero con este presidente de federación que tenemos... si no hay ni carreras a nivel nacional, menos internacional.
¿Por qué sí llegaron a Francia el Duende y el Halcón?
Una fue el carácter, bien forjado, con hambre de ambos. Dos, hubo, patrocinadores y equipos que creyeron en nosotros.
En los últimos años se reunieron para pedalear, en eventos que ambos organizaron.
Queríamos mantenernos en forma, seguir conviviendo. Ahora, tras su muerte, ojalá sus hijos sigan haciendo su carrera en Huamantla.
¿Nunca hubo pique entre ustedes?
Arriba de las bicicletas, siempre. Abajo fuimos grandes amigos.
¿Cuándo fue la última vez que platicaron?
El miércoles le llamé y me dijo que estaba muy bien. Que, una vez que se recuperara, comenzaría a preparar su carrera para este año. Se le complicó. Ahorita voy manejando a Huamantla para su funeral y tengo entendido que le harán un homenaje en la catedral. Vamos a despedirlo como se merece.