Penske habla de posposición de Indy 500
A sus 83 años e incluido entre la población que enfrenta alto riesgo por el coronavirus como receptor de un trasplante de riñón en 2017, Roger Penske sigue haciendo el recorrido diario de tres minutos a su oficina en Bloomfield Hills, Michigan.
Trabaja 12 horas diarias o más desde su sala de conferencias en Penske Corp., donde laboran ahora sólo unos cuantos empleados, en cumplimiento de las medidas de distanciamiento social.
Penske cuenta con 60.000 empleados en todo el mundo, dentro de una organización en cambio constante ante la crisis generada por el COVID-19.
Ello bastaría para el líder de cualquier corporación. Pero resulta que esta pandemia ha empañado el debut de Penske como dueño del Indianapolis Motor Speedway y de la serie IndyCar. La adquisición se concretó en seis semanas del año pasado y se oficializó en enero.
Lo más importante para Penske desde que hizo la transacción era prepararse para su primera oportunidad como anfitrión de la carrera considerada como el “Mayor Espectáculo del Mundo”.
Las 500 Millas de Indianápolis no se realizarán en el último fin de semana de mayo, como había ocurrido desde 1946. El jueves, Penske pospuso al 23 de agosto la competición considerada una joya de la corona de los eventos deportivos en Estados Unidos.
“Tomé el camino que nos otorgara una mayor distancia, cinco meses”, refirió. “Si esto no ha terminado en cinco meses, es que tenemos mayores problemas”.
Así, han abundado las vicisitudes en el comienzo de una nueva etapa para el circuito de Indianápolis y para la IndyCar, la serie que simplemente no ha podido alcanzar el siguiente nivel de popularidad. Por lo menos tiene ahora a Penske, el industrial estadounidense que convirtió su afición por el automovilismo en un poderoso emporio.
A finales del año pasado, Penske accedió a convertirse apenas en el cuarto dueño del Indianapolis Motor Speedway, un recinto emblemático, al alcanzar un acuerdo con la familia Hulman-George, que había controlado esta categoría del automovilismo desde que Tony Hulman compró la decadente pista en la esquina de la calle 16 y la avenida Georgetown en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial.
Éste era el escenario donde Penske se divertía mucho antes de que Tony George le ofreciera una oportunidad de pujar por una propiedad que muchos consideraban imposible comparar al grupo Hulman-George.
Los pilotos de la escudería Penske ganaron las 500 Millas de Indianápolis 18 veces, un récord. Las suites y otras áreas del autódromo habían sido durante décadas el lugar donde Penske había realizado fiestas con sus socios y empleados.
Así que el “Capitán” lucía como el hombre perfecto para dar al recinto una remozada y para elevar incluso más el prestigio de la Indy 500 en el panorama del deporte. Y la serie IndyCar parece tener ahora al hombre indicado para ganar relevancia.
Pero vino la pandemia, que primero impidió dar inicio a la temporada y ahora ha postergado la carrera principal.
“Es una pena que Roger haya tenido que pasar esto en su primer año como dueño del Indianapolis Motor Speedway”, dijo A.J. Foyt, dueño de otra escudería y cuatro veces monarca de las 500 Millas de Indianápolis. “Pero no podría haber un mejor hombre a cargo.
Durante su entrevista con The Associated Press, Penske insistió en que su compromiso sigue estando con el circuito y la IndyCar, mientras el mundo espera a que la pandemia se vaya.
“Éste fue el compromiso que hicimos, no por un año, sino por toda una vida para nuestra familia, la empresa y toda nuestra gente”, enfatizó Penske. “Hay ciertamente decepción. Pero ¿saben? He visto esto como una oportunidad de mostrar a la gente que todavía estamos comprometidos con el deporte. Queremos unir al equipo y hacerle saber que lo apoyamos”.