El luchador Hijo del Signo se reinventó para sobrevivir en el CMLL
El Hijo del Signo fue parte de la generación 2011 del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), que bajo la mirada del profesor Arkangel pintaba para ser una de las más fuertes en la empresa.
A casi nueve años de distancia, el heredero de Toño Rendón ya no porta máscara, pero lo que no ha perdido es el lugar que se ganó con su nombre de batalla, destino que no tuvo la mayoría de sus compañeros de camada.
En ese grupo, Bobby Zavala fue quien más empuje encontró en los primeros años. Apadrinado por Rey Escorpión, ganó la Gran Alternativa 2013 y dos años después, venció al Guerrero Maya Jr. en la final del torneo En busca de un Ídolo.
Un problema personal en que se vio involucrado dentro de la empresa provocó su salida y su regreso al terreno independiente, en el que poco ruido ha hecho.
El más exitoso, aunque sin su personaje original, es el actual Místico, quien en ese entonces batallaba como Dragon Lee, nombre que a la postre utilizó su hermano.
Los continuadores de los legados del Hombre Bala y el Halcón también tuvieron un lanzamiento exitoso, desenmascarando en la Arena México a los Rayos Tapatíos I y II, pero no hubo más para ellos con esos equipos.
Una lesión mantiene retirado de los encordados al Súper Halcón Jr. Mientras que Hombre Bala Jr. se transformó en Drone y sigue en el CMLL.
Pese a mantenerse en el elenco, Magnus no ha logrado despuntar en carteleras. Quien de plano no quiso saber nada de la lucha libre después de un año de gladiar, fue Enrique Vera Jr.
A casi tres años de haber perdido la máscara, el Hijo del Signo reconoce que supo reinventarse y hoy es un luchador maduro, a quien es difícil utilizar como escalón en busca de mejores lugares en la empresa.
"Fue doloroso pero me benefició, me comparan con mi papá [El Signo] pero estoy haciendo mi trayectoria. Sigo en pie de guerra y cuando esto de la pandemia termine tengo que ir por más", advirtió.
Alejado de gesto rudo que lo caracteriza, el Hijo del Signo acepta que no fue sencillo soportar el golpe de perder la incógnita que hizo famosa su padre y que él se enfundó por unos años.
"(...) porque era parte de mi. 'Tirar la toalla' como tal no lo pensé, pero sí me sentía desanimado al perderla. En la siguiente semana iba a la Arena Coliseo y pensé mucho en ir o no. Mi padre fue fundamental para salir adelante, él ve mis luchas, me dice en qué me equivoqué y debo mejorar. Es satisfactorio que esté presente para ver mi trabajo".
Una labor que, ahora sin capucha lo ha acercado más a la afición. "La gente se da cuenta de la forma en que trabajas y sientes la lucha. Con mi trayectoria me siento bien, la lucha libre tiene altas y bajas, tengo el nombre de mi padre pero llevo trece años en la lucha libre y aún me falta mucho por caminar para alcanzar el sitio que logró mi papá".
Las nuevas generaciones tienen que toparse con él su camino y le da orgullo presumirlo. "Es muy difícil enfrentar a alguien que ya está en la Arena México porque es un lugar que pesa y salimos a darles duro para ser una verdadera prueba".
Lecciones que aprendió desde muy pequeño cuando subía con su padre al ring en sus presentaciones. "Recuerdo tres ocasiones. La primera en un aniversario (del CMLL) en el que se enfrentaban independientes contra coliseinos, yo tenía cuatro años y subí como mascota con mi capuchón, no sabía ni qué hacer.
"Después, en el Toreo contra los Villanos por el campeonato mundial y en la Arena Puebla, cuando perdió la cabellera me llamaron para cortarle el cabello y desafortunadamente, también le corté [lastimé] la oreja".
Con casi una década de "azotarse" profesionalmente, el rudo aguarda el momento de volver a las funciones en busca de retos que lo catapulten a un mejor sitio.