Sin dar palmadas ni escupir, peloteros tratan de adaptarse
Dave Martínez, el manager de los Nacionales de Washington, quería dar a sus jugadores un abrazo. Por lo menos, deseaba intercambiar con ellos alguna palmada o un choque de puños.
Después de todo, los monarcas de la última Serie Mundial pasaron casi cuatro meses sin verse antes de la semana anterior, cuando pudieron reanudar los entrenamientos.
Pero el piloto boricua recordó de pronto que todas esas muestras de afecto están prohibidas. En el béisbol posterior a la pandemia, no se permite tampoco escupir.
“Lo primero que tú quieres hacer cuando ves que los chicos llegan después de no verlos por un tiempo es darles un gran abrazo, un choque de puños, una palmada”, dijo Martínez. “Hoy tuve que abstenerme. Estuve a punto de escupir en mi mascarilla porque había bebido algo de agua. Son cosas a las que uno está acostumbrado”.
Esas y muchas otras cosas serán distintas dentro de dos semanas, cuando llegue la hora de jugar, sin público, una campaña abreviada a 60 juegos.
“Tienes que cambiar un poco tus costumbres y tratar de que se establezcan nuevas rutinas”, explicó Kris Bryant, toletero de los Cachorros de Chicago. “Pero no debemos quejarnos, porque todos queremos que esto funcione”.
Los peloteros se están adaptando a la nueva normalidad después de casi cuatro meses de inactividad, desde que se cerraron los campamentos de pretemporada por el padecimiento COVID-19. Se ha pedido a todos que tengan en cuenta las reglas diseñadas para evitar una mayor propagación del nuevo coronavirus.
Pero el hombre es un animal de costumbres, y la tarea no es fácil.
“Pienso que lo más importante es la diferencia entre las supersticiones y los hábitos”, dijo Graham Betchart, quien se dedica a entrenar habilidades mentales y ha trabajado con deportistas de distintas disciplinas. “Si eres supersticioso, probablemente vas a tener muchos problemas ahora... Las supersticiones están descartadas, porque nada de lo que solías usar va a estar ahí. Para mucha gente, simplemente se requerirá de aceptar la incomodidad y el derecho de hacer que algunos hábitos evolucionen”
Betchart comentó que los jugadores capaces de adaptarse encontrarán más fácil la situación. Pero bajo las nuevas reglas, algunos escenarios que alguna vez parecieron impensables son ahora perfectamente posibles.
Tan sólo hay que imaginar esto:
Alguien conecta un jonrón que pone fin al juego, y nadie lo felicita al cruzar el plato. Un manager entra en el terreno para discutir, y es expulsado por acercarse demasiado al umpire.
Eso está contemplado por las nuevas reglas, detalladas en un manual de 113 páginas. Y no es lo único que cambiará.
La prohibición a escupir pone fin también a la práctica de masticar semillas de girasol en la cueva. Y ni pensar en la posibilidad de mascar tabaco.
Tampoco habrá que esperar que los peloteros y coaches se sienten muy juntos. De hecho, los jugadores que estén inactivos podrían terminar en el graderío, guardando entre ellos una separación de al menos seis pies (1,8 metros)
De acuerdo con los Centros de Prevención y Control de Enfermedades (CDC), “en general, mientras más cerca una persona interactúe con otras y mientras más larga sea la interacción, habrá un mayor riesgo de propagación de COVID-19”.
Así que cambiará la forma en que todos se comunican en el béisbol. Podría haber conferencias a distancia con el lanzador que esté en el montículo, en vista de que no habrá fanáticos cuyo ruido impida que los interlocutores escuchen.
“Pero no puedes pararte a cuatro pies (1,2 metros) de distancia y hablar con una voz normal, porque alguien del otro equipo va a oírte”, reclamó el cátcher de los Medias Blancas de Chicago, James McCann.
Y habría más efectos colaterales. Se alentará a los peloteros para que no lancen la pelota repetidas veces a otros compañeros en el cuadro cuando no haya una jugada. Los equipos han hecho eso desde siempre.
Si un pelotero quiere lamerse los dedos para tener un mejor agarre de la pelota, estará infringiendo también las reglas. Un pitcher podrá, en vez de ello, tener un trapo mojado en el bolsillo posterior, para conseguir ese mismo efecto.
“No voy a mentir”, dijo el lanzador de los Piratas de Pittsburgh, Derek Holland. “Realmente no quiero tener un trapo mojado en mi bolsillo de atrás, porque, es algo loco. Pero probablemente me va a dar una erupción en la piel del trasero, si lo piensan”.
Holland no tiene la certeza de si los jugadores o incluso los umpires podrán apegarse a las nuevas reglas. Pero sí sabe algo.
“Estoy seguro de que alguien me va a gritar, puedo garantizarlo”, indicó.
El personal de apoyo emocional podría terminar laborando horas extra. La ansiedad sobre el virus y por una campaña acortada podría enturbiar el ambiente.
Es casi seguro que los peloteros se abrazarán o se darán alguna palmada en algún momento que desate las emociones en un encuentro.
“Habrá algunos resbalones”, opinó Anthony Rizzo, toletero de los Cachorros. “Algunas emociones van a fluir en este deporte”.
En un momento en que los jugadores y empleados de los equipos dan positivo de coronavirus, está prohibido también acudir a bares y fiestas.
Pero las Grandes Ligas no están aislándose en una burbuja, como sí lo han dispuesto la NBA, la MLS y el hockey sobre hielo. Los Indios de Cleveland tuvieron que ordenarle al jardinero dominicano Franmil Reyes que se mantuviera alejado del equipo por unos días, luego de que las redes sociales lo mostraron departiendo en una fiesta de fin de semana sin usar mascarilla.