Tijuana, B.C. — Desde los campos polvorientos de la frontera hasta el escenario más deslumbrante del béisbol mundial. Alejandro Kirk y Jonathan Aranda, dos viejos amigos nacidos y forjados en Tijuana, hicieron historia ayer al representar juntos a la Liga Americana en el Juego de Estrellas de las Grandes Ligas.
El momento es inédito: dos tijuanenses, compañeros desde la infancia, vistiendo el uniforme de las estrellas. Kirk, receptor de los Toronto Blue Jays, y Aranda, primera base de los Tampa Bay Rays, compartieron más que una alineación: compartieron una promesa de vida hecha a fuerza de swings y sueños.

Ambos comenzaron su amistad cuando apenas eran niños. Alejandro se convirtió en catcher, en parte, para recibir los lanzamientos de su amigo Jonathan. Así lo recuerda Juan Manuel Kirk, padre del receptor: “Lo hice catcher para que le cachara a Aranda. Eran inseparables”.
La escena de ayer en el All-Star Game fue mucho más que un reconocimiento deportivo. Fue el resultado de una lucha compartida contra los obstáculos de crecer en una de las ciudades más violentas del mundo. Como contó Humberto Aranda, padre de Jonathan, el béisbol fue originalmente una vía para mantener a su hijo lejos del peligro. “Nunca pensamos que llegaría a las Grandes Ligas. Queríamos alejarlo de la calle”, confesó.

Desde las ligas infantiles hasta la MLB, su amistad nunca se rompió. “Siempre se trataron como hermanos”, relata la familia Kirk. Y ayer, en el campo, eso quedó más claro que nunca.
Kirk ha sido reconocido por su inteligencia detrás del plato, y Aranda, por su disciplina y explosión ofensiva en esta temporada. Juntos, representan más que talento: representan comunidad, lucha y un origen compartido.

“No lo podemos creer”, dijo Kirk al New York Times. “Dos niños que crecieron juntos en Tijuana, ahora aquí. Es increíble”.