Después de 78 minutos de competitividad, resistencia, liderado por un Axel Witsel imperial en defensa y superviviente sólo en ocasiones muy puntuales, una falta de entendimiento entre De Paul y Reinildo, un error fatal en el medio campo, facilitó el 1-0 de Arnautovic para el Inter y complicó al Atlético de Madrid, aferrado al Metropolitano para dar la vuelta la eliminatoria.
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Hasta entonces, soportó el duelo de ida en San Siro, aunque ya instantes antes se percibía más agobio, más sufrimiento. Incluso después, cuando Lino soltó un amenazante disparo o Morata apuntó al 1-1 en un cabezazo que no alcanzó del todo, cuando Griezmann ya había sido cambiado por lesión, se sintió con fuerzas para creer en el empate.
Ahora necesita vencer en casa. Ahí ganó 27 de sus últimos 30 choques. A eso le obliga la concesión del 1-0, que tiró por la borda todo lo anterior, cuando el 0-0 era el resultado más ajustado, al menos durante más de una hora, a la igualdad sobre el terreno, por mucho que hubiera más picos hacia arriba del Inter que del Atlético, pero tampoco demasiados.
De inicio no jugó Reinildo por el carril. Lo hizo Lino, más natural, más ofensivo, más habitual este curso. El único cambio de la prueba del lunes. La variante que ocultó el técnico. El recurso que provocó las dos primeras ocasiones del Atlético, que se plantó preparado para la rebelión contra el halo por el que se mueve en la actualidad el Inter, el líder de la Serie A.
Cierto que desde entonces, minuto 11, hasta el descanso, no pateó más a portería. Ni fuera ni dentro. Tanto como que el Atlético lo compitió de frente, de tú a tú, mucho tiempo, consciente de que habría muchos momentos para sufrir, alguno al principio, más en el tramo final del primer tiempo, aún más en el segundo, pero también para atacar y decirle a la cara al Inter que no teme a nadie, que ni San Siro, cruel desenlace de la final de 2016, lo intimida. Sí defendió mucho mejor que atacó, hasta que competió un error hoy decisivo.
El partido de Witsel fue sublime. Medio siempre, central ahora, asume un valor incalculable para el Atlético y su estructura atrás. Su lectura del juego es extraordinaria. Lo da una condición casi de omnipresencia en cada pugna hacia su área. Su colocación es perfecta. Su anticipación lo hizo ganador de la mayoría de los duelos contra los atacantes locales.
Lo padeció unas cuantas veces Lautaro Martínez, torbellino goleador en esta campaña. Su primer tiro rebotó en el central belga e impactó en la mano de Nahuel Molina. Nada sancionable para el árbitro ni para el VAR. El segundo fue una volea que se fue lejísimos del marco de Jan Oblak. La tercera, un cabezazo atrapado por Oblak. El cuarto lo salvó Giménez, cuando el Atlético concedió en un instante más que en cada uno de los 36 minutos previos.
Hasta entonces, el plan de Simeone aplacó al Inter. Y viceversa. En un ritmo de tremenda intensidad, en un laberinto para el poseedor del balón, sin espacio, sin tiempo, sin pausa, sin margen, la combinación estaba sólo a la altura de los más rápidos y precisos. El primer toque, vertical, rompedor, era la única opción de verdad. Una exigencia fuera de lo común.
Realmente, el Atlético sufrió en el primer tiempo cuando falló en su salida. Cada entrega al contrario en esa destreza fue una invitación al vértigo de Lautaro y Thuram, al que sus potentes músculos lo frenaron al borde del descanso. Dañado en el aductor, aguantó hasta el intermedio, al que se fue el grupo rojiblanco conforme en defensa y reducido en ataque.
El segundo tiempo desafío más al Atlético. Aún imponente Witsel, providencial otra vez frente a Lautaro, el equipo rojiblanco se percibió más vulnerable. Un remate alto de Arnautovic, el recambio de Thuram; un córner que fue un embrollo; una secuencia de centros que sobrevolaron su área hasta los despejes, otra vez, de Witsel... Señales de alerta.
No atravesó entonces el Atlético, ya sin Giménez -lesionado-, su medio campo, sometido más que en cualquier momento de todo el tramo anterior, estresado y resistente. Simeone movió ficha: Morata, recuperado en nueve días del esguince de rodilla que sufrió en Sevilla, al terreno de juego por Saúl. Para lograr estirar al equipo más allá de su territorio, como referencia y descarga, con un impacto inmediato, pero fugaz.
Una salida de balón en torno al goleador español cruzó por primera vez la línea del medio campo en la segunda parte. Lino corrió, regateó, conectó con De Paul y se aturulló cuando debió elegir entre el tiro y el pase. Su remate fue irrelevante, fuera de la portería, cuando la ocasión invitaba a pensar incluso en el gol. No lo fue, pero sí sirvió más allá del marcador
Para romper la inercia, inquietar al Inter, agitar el choque y recomponer la convicción visitante, puesta en duda de nuevo cuando Arnautovic falló una ocasión más que de gol, con un remate con la derecha demasiado alto; un anticipo de lo que se le venía encima al Atlético, al que le tocó aguantar. Oblak atrapó otro testarazo de Lautaro Martínez.
El error fatal posterior, una falta de entendimiento entre De Paul y Reinildo en un balón que era de cualquiera de los dos, pero no fue de ninguno en el medio campo, habilitó la carrera del delantero argentino. Su tiro lo repelió como pudo Oblak. El rechace lo ejecutó Arnautovic en el 1-0. Justo antes, Griezmann había sido cambiado por lesión. Más difícil aún.
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