Habitar donde reina la pobreza
Es domingo y en esta comunidad de la Mixteca, a más de 217 kilómetros de la capital oaxaqueña, la vida se escurre entre la necesidad y el intenso frío. Se trata del municipio más pobre de México, de acuerdo con el informe Medición de la pobreza municipal 2015, realizado por el Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Al llegar a la cabecera municipal, rodeada de cerros rojizos, pinceladas de modernidad enmascaran la miseria. Las cuadras principales lucen recién pavimentadas y de los techos de tabicón se sostienen antenas de televisión por cable. A primera vista, la pobreza se oculta.
Vivir sin atención médica
A pesar de las bajas temperaturas, a Lalo no le hace falta un suéter, una vieja playera y un pantalón roto son su atuendo habitual. "No tengo frío", asevera mientras sonríe. Sin embargo, el gélido clima ha hecho mella en su clara piel, al dejar quemaduras en el cuello y rostro.
De entre su ropa se asoman los raspones de las constantes caídas provocadas por la falta de un sostén adecuado para desplazarse, también se distinguen las cicatrices de una fractura expuesta de apenas hace unos meses, cuando rodó cuesta abajo del cerro; los rastros de la lesión, que fue atendida por un huesero, están cubiertos de polvo.
A la orilla de la población, en la calle Isabel La Católica, ubicada en la parte más alta del pueblo, el niño de ocho años juega a las carreras con sus dos primas más pequeñas, quienes le llevan la delantera.
Él hace su mejor esfuerzo apoyado en dos muletas improvisadas, hechas de carrizo. La distrofia en ambas piernas, condición con la que nació, no le impide jugar.
Vive intentando ser autosuficiente con lo que aprende sobre la marcha, pues su padecimiento nunca ha sido tratado por un doctor.
La comunidad tiene un centro de salud; sin embargo, la ausencia constante del personal médico dificulta la atención.
En febrero el único médico residente que prestaba sus servicios culminó su estadía y fue hasta septiembre que otro ocupó la plaza. Los habitantes deben viajar hasta Tonalá, Chiapas, cuando se enferman.
El pequeño es hijo de dos comerciantes, ambos radican en la Ciudad de México, donde, al igual que la mayoría de sus paisanos, venden botanas para llevar el sustento familiar a Yucuná.
Mientras tanto, Lalo se queda al cuidado de una de sus tías, madre de un niño prematuro que nació con parálisis cerebral y quien recibe atención en la capital del país.
Lalo no habla español. Al igual que aproximadamente mil habitantes de los mil 600, es hablante de mixteco. Y mientras su rostro dibuja una sonrisa, confiesa que no le interesa aprender español, tampoco ir a la escuela y no le importa no saber leer ni escribir.
A través de su tía, Anatalia Regino, explica que en varias ocasiones se ha negado a viajar a la capital del país, porque teme que con el cambio de clima pueda enfermarse o perderse, pues le han dicho que la ciudad es muy grande.
El ir y venir a la pobreza
Los padres de Lalo son parte del 95% de la población obligada a emigrar ante la falta de empleo.
"La falta de trabajo es la más grande carencia de la comunidad", sostiene el edil. Por ello, la gente económicamente activa viaja por temporadas a la CDMX, Guadalajara y Chiapas, allí se dedican principalmente al comercio ambulante y la albañilería.
El munícipe expone que la cifra poblacional es variable, la gente que va a otros estados a buscar empleos para mejorar su economía vive únicamente por temporadas en el municipio, donde los frutos del trabajo les han permitido tener casas de concreto.
A pocas casas de donde vive Lalo, habita la señora María Juana. En su vivienda, de tabique y piso de tierra, hay un cuarto que le costó 7 mil pesos, lo construyeron a través de la Cruzada Nacional Contra el Hambre de 2013 a 2015, pues el apoyo les fue dado en varias emisiones y ante la insistencia de los beneficiarios.