Decoran sus calles con alfombras de aserrín multicolor
La llegada de la Semana Santa en la ciudad de Antigua, en Guatemala, tiene un significado muy especial para los creyentes católicos.
No solo es tiempo de recordar la vida, muerte y resurrección de Cristo, sino de agradecer milagros, suplicar su bendición y refrendar su fe, expresada en alfombras monumentales elaboradas con aserrín, flores, frutos y mucho color.
Los habitantes de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad elaboran el trabajo artesanal al inicio de la Cuaresma. Invierten horas en pintar aserrín y harina, y en diseñar figuras geométricas que se plasman en las alfombras. En esa labor participan familias enteras y visitantes, quienes se ofrecen como voluntarios durante el montaje, un día antes del Viernes Santo.
Pueden medir hasta 40 metros de largo. Por ellas caminan las cofradías, llevando en sus hombros estatuas religiosas.
Las alfombras decoran las calles aledañas al templo de La Merced, por donde pasarán las procesiones. Una de las principales está a cargo de los “cucuruchos”, vestidos con túnicas moradas en símbolo de penitencia.
Otra procesión que es la del Santo Entierro, encabezada por mujeres ataviadas con vestidos blancos y negros, haciendo honor a la Virgen Dolorosa y a la Virgen de la Soledad.
La alfombra más grande se coloca en el atrio del templo, iniciando en la Calle de los Herreros. Le añaden flores, ramas de pinos, frutos y pan, además de las figuras geométricas creadas con esténciles. Su elaboración está a cargo de Luis Alberto Montiel y su familia. Es una tradición en nombre de la fe con más de 32 años.
Durante la Semana Santa en Antigua hay espacio y tiempo para las noches de velación. Cada día, un santo sale del templo para recorrer las calles al compás de la música, marchas fúnebres en su mayoría, que después de la marimba, son el género más famoso de Guatemala.
Los pregoneros son una cofradía que cuida las puertas de los templos y hace sonar tambores y flautas para anunciar la salida de una procesión.