El taller que custodia el arte de la talavera
Sobre la avenida 4 Poniente del Centro Histórico de esta ciudad resalta la fachada azul y brillante de un inmueble virreinal decorado con azulejos de talavera poblana. En sus entrañas, esta casona del siglo XVIII custodia las técnicas y procesos de una tradición artesanal de hace 400 años.
Ahí, en lo que alguna vez fue el patio de un taller de talavera que comenzó a producir en el siglo XVI, están los talleres de Uriarte Talavera, firma dedicada a la producción de cerámica fina desde 1824. En casi dos siglos, las manos de varios artesanos han mantenido vivo el arte de crear piezas de talavera, desde los tradicionales utensilios de cocina y azulejos hasta lujosas vajillas, objetos decorativos y piezas de arte.
Desde que la familia Uriarte adquirió este pequeño taller a principios del siglo XIX, la fábrica ha funcionado sin interrupciones, incluso en plena Intervención Francesa. “Las trincheras estaban a unas cuadras de aquí, pero la fábrica seguía trabajando a puerta cerrada”, destaca Mariana Muñoz Couto, vocera de esta empresa que es considerada la más antigua en su tipo tanto en México como en Latinoamérica.
En la actualidad, esta fábrica que comenzó como un taller familiar es dirigida por empresarios poblanos, quienes rumbo a su segundo centenario buscan conquistar nuevos mercados y apostar por la innovación sin alterar ni modificar el proceso de producción artesanal que les ha dado prestigio.
Uno de los mayores retos es promover este oficio que, como sucede en la mayoría de las tradiciones artesanales, ya no interesa a los jóvenes, comenta Fernando Sánchez, director de producción de la fábrica durante un recorrido en el lugar. Por eso, uno de los proyectos rumbo a sus 200 años es crear una escuela técnica en una casa contigua al edificio para capacitar a personas interesadas en este oficio. “Necesitamos renovar a los artesanos, si no lo hacemos, en unos años vamos a tener faltantes. A los chicos de ahora ya no les interesa, entonces tenemos que ver la manera de que les guste para que vengan a trabajar y que sea bien remunerado para ellos”, indica.
En los talleres de esta fábrica que desde 1992 cuenta con la Denominación de Origen, norma impulsada por productores de esta cerámica para evitar las imitaciones y conservar las técnicas y materiales tradicionales, tal como lo dictaron las Ordenanzas del siglo XVII, los artesanos dedican horas de trabajo minucioso a la elaboración de piezas de varios tamaños y estilos, desde vajillas tradicionales hasta las que se usan en cenas de gala de la Presidencia.