Aniversario de 'El ruiseñor mexicano', Ángela Peralta
La dama del bel canto
Una vida muy corta, pero también muy intensa es la que vivió Ángela Peralta, la cantante mexicana de ópera más destacada del siglo XIX. La precocidad con la que abordó el canto le permitió formarse en el extranjero, realizar tres giras europeas y contraer dos veces matrimonios en solo 38 años de vida. A pesar de su condición humilde y ascendencia indígena, supo superar los prejuicios de una actividad exclusiva de las clases altas, aprovechar el don para el canto y dedicarse a él con pasión abriendo las puertas para muchas mujeres que siguieron su carrera.
El expresivo timbre de su voz y las sonoridades que era capaz de alcanzar la joven Ángela le abrieron las puertas de su formación musical y el aprendizaje de idiomas. Con 16 años debutó en La Scala de Milán y triunfó hasta el punto de tener que salir a saludar en 32 ocasiones.
Era conocida por sus seguidores como El ruiseñor mexicano, mientras que en Italia la llamaban “Angelica di voce e di nome” (Angélica de voz y de nombre). Tal fue la fama internacional de Peralta que el emperador mexicano Maximiliano I la nombró Cantante de Cámara del Impero. Sin embargo, aparte de sus dotes para el bel canto, Ángela también destacó como una consumada arpista y también como compositora, con numerosas piezas románticas, entre ellas galopas, danzas, fantasías y valses.
En los últimos años de su corta vida formó incluso su propia compañía operística y se puede decir que encontró la muerte casi sobre el escenario, ya que la fiebre amarilla acabó con su vida y con la de 75 miembros de su compañía en Mazatlán, mientras estaban de gira y cuando su alojamiento se encontraba en los altos del Teatro Rubio.
María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta, conocida después sencillamente como Ángela Peralta, nació en Ciudad de México el 6 de julio de 1845. De ascendencia indígena y familia muy humilde, trabajó desde niña como sirvienta para ayudar a la economía familiar. Las primeras muestras de arte y talento las ofreció a los ocho años, cuando apareció por primera vez en público interpretando una canción de Donizetti. La buena impresión que siempre causó en sus actuaciones le permitió estudiar en el Conservatorio Nacional de Música y debutar en la ópera a los 15 años interpretando el personaje de Leonore en Il Trovatore, de Verdi, en el Teatro Nacional en la Ciudad de México.
Un año después, con 16 años, emprendió su primer viaje a Europa. Acompañada por su padre, llegó a Italia para perfeccionar sus estudios de canto. Debutó en La Scala de Milán el 13 de mayo de 1862, con el papel principal en Lucia di Lammermoor, de Donizetti. La joven Ángela también interpretó el papel de Amina en La Sonnambula, de Vincenzo Bellini, ante el rey Víctor Manuel II en el Teatro Regio de Turín. Durante tres años permaneció de gira, cantando en Roma, Nápoles, Florencia, Lisboa, Madrid y Barcelona, así como en Rusia e incluso Egipto.
El éxito de la crítica y del público contrastaron con su soledad personal, en plena adolescencia, y mientras en su país se combatía la invasión francesa. A finales de 1865 Ángela Peralta regresó a México atendiendo a la invitación para cantar ante el emperador Maximiliano que, después de escucharla, quedó tan maravillado que la nombró Cantante de Cámara del Imperio. Aprovechando este reconocimiento realizó una gira por el país con presentaciones en Guanajuato, León y San Francisco del Rincón, llegando incluso a inaugurar el Teatro Juan Ruiz de Alarcón -hoy Teatro Degollado- en Guadalajara.
A lo largo de su carrera Peralta fue conocida por sus interpretaciones de la Lucia de Donizetti, que cantó 166 veces, así como por el personaje de la Amina de Bellini, con el que registró 122 actuaciones. También obtuvo elogios con la trágica Violeta de Verdi en La Traviata, como Adina en la comedia de Donizetti L’Elisir d’Amore, con la Norma de Bellini y con la Aida de Verdi.
En 1867, con 21 años, viajó de nuevo a Europa ante la inminente caída del imperio mexicano. Hizo escala en La Habana y en Nueva York y se presentó en los escenarios más importantes de Italia y España. En la capital de España contrajo matrimonio con su primo hermano y literato Eugenio Castera, algo mal visto por la sociedad del momento y que contribuyó a su declive profesional y a tenerse que dedicar a componer pequeñas piezas.
Después de cuatro años y medio, Ángela Peralta regresó a su ciudad natal en mayo de 1871. En Ciudad de México estrenó la ópera Guatemotzin, de Aniceto Ortega de Villar, en el Teatro Nacional de México. Ese año también se convirtió en empresaria al formar su propia compañía operística.
En 1872 realizó una tercera gira por Europa. Comenzó sus presentaciones nuevamente en Italia y la prolongó durante un lustro. En 1876 la enfermedad de su marido la obligó a detener su gira en París y a ingresarlo en un hospital, donde murió a los pocos meses. Después de un tiempo de luto Ángela Peralta regresó a México en 1877, dedicándose a promocionar la ópera en el país. Interpretó Aida, de Verdi, en el Teatro Nacional, organizó el estreno del Réquiem, del mismo autor italiano y de la ópera Gino Corsini, de Melesio Morales.
Salió a la luz entonces la relación amorosa que había emprendido en su última gira europea con su administrador y escritor Julián Montiel Duarte. Esta situación le apartó el favor del público, aunque continuó con brillantes actuaciones en destacados teatros del país. Su amante publicó en este tiempo el Álbum Musical de Ángela Peralta, con 15 composiciones de la cantante.
Ángela Peralta se presentó en Querétaro, Celaya, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Morelia, en el Teatro Progreso de Monterrey, en Saltillo, Durango y en La Paz. Al llegar a Mazatlán interpretó Il trovatore y Aida, pero fue víctima de una epidemia de fiebre amarilla fulminante, enfermedad casi incurable en aquellos tiempos.
En el lecho de muerte Ángela contrajo matrimonio con su eterno amante Julián Montiel, y falleció el 30 de agosto de 1883 a la edad de 38 años en los altos del Teatro Rubio, donde se alojaba. Sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres en abril de 1937, donde reposan en la actualidad.
Los teatros de las ciudades de Mazatlán y de San Miguel de Allende llevan su nombre en recuerdo de la soprano más importante de México, ya que Peralta fue la primera mujer en abrir las puertas de la ópera en el país y también en llevar a México a los escenarios más importantes del mundo interpretando los personajes de las óperas más famosas.