México está inmerso en un contexto de violencia en el que el crimen organizado ha conseguido convertirse en un actor importante en el proceso de producción informativa, al marcar lo que es o no noticia, puntualizó el maestro Jorge Gallo García durante una conferencia del ciclo La Metro en el Metro. Un paseo por el conocimiento, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El periodismo sensacionalista –también llamado nota roja– se introdujo en la cultura mediática desde los años 60 del siglo pasado, pero ha tomado fuerza y terreno en muchos diarios, en gran medida por el morbo que provoca conocer casos de muerte violenta.
En Estados Unidos, la cobertura de casos de asesinos seriales ha provocado un alza en el número de crímenes, porque de manera inconsciente la prensa resalta la supuesta astucia e inteligencia de los ejecutores y no la enfermedad mental o distorsión social de la realidad que también poseen.
En México han convertido en falsos héroes a narcotraficantes como El Chapo Guzmán, respetado, temido e incluso venerado por algunos que ven en él la figura de proveedor y repartidor de justicia social, sin pensar en la cantidad de muertes que su industria de drogas ha dejado en el mundo.
Alarma fue quizá la publicación por excelencia dedicada a la nota roja, con gran éxito por su nivel de circulación y distribución, que además se caracterizó por poner de moda un lenguaje de verbos creados: atacola, violola o siguiola, agregó el egresado de la maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Unidad Azcapotzalco de la UAM.
El experto en asesinos seriales centró su exposición en algunos personajes emblemáticos, adoptados por la prensa amarillista, que causaron impacto en la sociedad mexicana por la manera que se cometieron o por las implicaciones y lo sádico de los crímenes.
Goyo Cárdenas fue un multihomicida que destacó en la sociedad mexicana por ser inteligente, carismático y mediático, siempre dispuesto a dar entrevistas, obtuvo la simpatía de la gente por dar asesorías jurídicas y licenciarse desde la cárcel de Lecumberri, en la cual pasó 34 años para posteriormente ser trasladado al reclusorio oriente y salir luego de estar muy enfermo y tener avanzada edad.
Cárdenas fue un destacado estudiante de química que rentó una casa en la calle de Mar del Norte en el barrio de Tacuba, en la que puso un pequeño laboratorio de jabones y productos de limpieza, al que llevaba a jovencitas menores para tener relaciones sexuales con ellas; fue acusado de violar y asfixiar a cuatro mujeres, tres de ellas sexoservidoras menores de edad a las que enterró en el patio.
Su última víctima fue Graciela Arias, una estudiante de bachillerato e hija de un afamado penalista, quien tras investigar sobre su paradero encontró su cuerpo junto al de otras tres jóvenes; el asesino decía que al tener sexo con ellas una espuma blanca se apoderaba de su mente y perdía la noción de lo que pasaba, cuando volvía en sí ya las había matado.
Claudia Mijangos, La hiena de Querétaro, quien fuera reina de belleza en su estado natal, estaba convencida de escuchar voces que la convencieron de que México estaba en guerra con la Alemania Nazi y que pronto sería ocupado por tanques de guerra que llegarían a esa entidad la noche en que decidió asesinar a puñaladas a sus hijos para evitarles el cautiverio.
Las Poquianchis: Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa González Valenzuela fueron cuatro hermanas que entre 1950 y 1964 regentearon burdeles y prostíbulos en la zona de Guanajuato y Jalisco, uno de ellos llamado el Poquianchis, de donde adquirieron el pseudónimo.
Su modo de operar era secuestrar a jovencitas de entre 12 y 17 años para prostituirlas –ofreciéndoles dinero a sus padres a quienes les hacían creer que harían trabajo doméstico– y pasando los 25 años muchas de ellas enfermaban y eran asesinadas y enterradas en las fincas cercanas, les contabilizaron 91 víctimas, aunque se cree que pasaron de 150.
La cultura popular del morbo se ha diversificado en distintos tipos de literatura y cine, y Las Poquianchis han sido el blanco perfecto de la industria del entretenimiento: Felipe Cazals realizó la película Las Poquianchis; Elisa Robledo escribió la novela Por Dios que así fue, basada en una serie de entrevistas a las hermanas González Valenzuela, incluso los caricaturistas Gis y Trino hicieron otra referencia a ellas en la película El Santos contra La Tetona Mendoza.
Otros personajes como Francisco Guerrero, El chalequero; Juana Barraza, La mataviejitas o José Luis Calva Zepeda, El caníbal de la Guerrero, han inspirado una enorme cantidad de novelas, cuentos y películas para intentar entender la personalidad de estos asesinos en serie.