La candidata del presidente de EE.UU., Donald Trump, para dirigir la CIA, Gina Haspel, se comprometió hoy a no reanudar "bajo ninguna circunstancia" el programa de torturas que la agencia puso en marcha tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, aunque evitó posicionarse como un contrapeso al presidente.
Haspel se enfrentó a una dura audiencia en el comité de Inteligencia del Senado, donde los demócratas trataron de arrancarle el compromiso de plantar cara a Trump si le pide reanudar el programa de torturas, tal y como prometió el gobernante durante la campaña para las elecciones de 2016.
"No creo que el presidente me pidiera eso", llegó a decir Haspel para frustración de los demócratas.
Sin embargo, aseguró que "su código moral" es fuerte y que, si Trump le pone en esa disyuntiva, no reanudaría el programa de interrogatorios instaurado por el Gobierno de George W. Bush y en el que se incluían técnicas de ahogamiento simulado, humillaciones, privación de sueño y golpes.
"No permitiría a la CIA llevar a cabo ninguna actividad inmoral, incluso si fuera técnicamente legal, no lo permitiría. La CIA debe emprender actividades coherentes con los valores estadounidenses", aseguró Haspel, quien reafirmó su compromiso con el "código moral más estricto" adoptado en los últimos años por Estados Unidos.
Las técnicas de tortura de la CIA fueron prohibidas en 2009 por el entonces presidente Barack Obama y el Congreso legisló en contra de esos métodos en 2015.
"No reanudaré bajo ninguna circunstancia el programa de interrogatorios de la CIA, bajo ninguna circunstancia", prometió.
Haspel ha trabajado durante 33 años como agente encubierto y solo en las últimas semanas la CIA ha divulgado el destino de algunas de sus misiones, en un esfuerzo de transparencia por lavar la imagen de la agente y cosechar el apoyo de una mayoría de senadores para su confirmación.
Por lo que más preocupación expresaron los senadores fue sobre el papel que Haspel jugó en 2002 cuando se encargó de supervisar una cárcel secreta que la CIA tenía en Tailandia y donde fueron interrogados dos sujetos acusados de pertenecer a Al Qaeda: Abu Zubaida y Abd al Rahim al Nashiri.
Abu Zubaida fue interrogado antes de que Haspel se hiciera cargo de la cárcel y fue sometido 83 veces a la técnica de ahogamiento simulado, que consiste en verter agua sobre el rostro cubierto con una tela para provocar la sensación de asfixia al interrogado.
Mientras tanto, con Haspel ya al frente de la cárcel de Tailandia, al Nashiri sufrió tres veces esa práctica, según informes hechos públicos por el Congreso.
La CIA cerró la prisión de Tailandia en 2002 y Haspel pasó a trabajar para José Rodríguez, director de los Servicios Clandestinos de la agencia de inteligencia.
En 2005, a petición de Haspel y sin el visto bueno de la Casa Blanca, Rodríguez ordenó la destrucción de las 92 cintas de vídeo en las que se documentaron las torturas.
Preguntada hoy sobre esos hechos, Haspel aseguró que ella defendió "absolutamente" la destrucción de las cintas porque, aunque nunca las visualizó, sabía que aparecían los rostros de los autores de los interrogatorios y eso les convertía en un posible objetivo de Al Qaeda.
Haspel aseguró que la CIA ha aprendido algunas "lecciones difíciles", pero también pidió a los senadores que recuerden el contexto que siguió a los atentados del 11 de septiembre, cuando Estados Unidos temía volver a sufrir otro ataque en su territorio.
Para defenderse de las críticas de los senadores, les recordó sin ningún pudor cómo tuvo que "dormir en el suelo" en algunas bases militares, las dificultades a las que se enfrentó como mujer y algunas de sus misiones más peligrosas, por ejemplo como agente encubierto en Etiopía y Turquía durante la Guerra Fría.
"Después del 11 de septiembre no me senté detrás de un escritorio, di un paso al frente. No me quedé al margen. Estuve en el frente de batalla en la Guerra Fría, estuve en el frente de batalla en la lucha contra Al Qaeda", aseveró Haspel, en un momento de especial tensión.