Las muertes del coronavirus desbordan las funerarias de Nueva York
Gestionar la muerte es un trabajo ingrato pero esencial y más aún cuando hay que administrar más de 20.000 fallecimientos por encima de lo habitual, como ha ocurrido en el último mes y medio en Nueva York, donde las funerarias afrontan una avalancha de muertos por el COVID-19 con una burocracia jamás pensada para una tragedia de tal magnitud, en una de las ciudades mejor preparadas para las emergencias.
Este miércoles la Policía de Nueva York descubrió dos camionetas sin refrigeración con un centenar de cuerpos amontonados y en descomposición a las puertas de una funeraria al sur de Brooklyn, que como muchas otras en la ciudad son pequeños negocios con locales no más grandes que una peluquería de barrio.
La pestilencia alertó a los vecinos, que aseguran que el trasiego de cadáveres desde los vehículos sin acondicionar, algo que no permiten las autoridades, llevaba ocurriendo desde hace semanas.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, dijo hoy en rueda de prensa que el suceso es "abominable" e "inaceptable", pero apuntó que la mayor parte de las funerarias de la ciudad están realizando un trabajo encomiable y éste fue un caso aislado.
"No es una sorpresa. No es la primera vez que sucede en una cosa similar. Para las pequeñas funerarias es un momento muy complicado de gestionar", señala en entrevista con Efe Angelique Corthals, profesora de Ciencia Forense en el colegio universitario John Jay de Justicia Criminal de Nueva York.
ESTRÉS Y LO PEOR, LA BUROCRACIA
Omar Rodríguez, empleado de la funeraria Gerard Neufeld en en el barrio de Queens, uno de los más golpeados por el nuevo coronavirus (casi un tercio de las 16.500 atribuidas al COVID-19 en la ciudad han ocurrido en el barrio), apenas duerme, pero su problema no es la gestión de los cuerpos -"podemos manejar el aumento"-, sino la burocracia.
Desde primera hora trabaja trasladando muertos a su destino final en mano de sus familiares y por la noche se dedica a pelearse con una montaña de papeleo que no siempre es electrónico.
“El estrés es inimaginable. En las últimas semanas hemos tenido que cremar o enterrar más de 200 personas. Trabajamos las 24 horas del día. Por la noche me dedico al maldito papeleo y ahora tengo a mi padre ingresado por el virus”, lamenta Rodríguez.
Casi todo el espacio de este modesto negocio en el epicentro de la pandemia lo ocupan ataúdes de cartón con cuerpos de víctimas. Este precario embalaje mortuorio es tan simple que hay que imprimir “cabeza” en grandes letras para saber en qué sentido entra el cuerpo en el horno crematorio.
Rodríguez y los otros operarios de la funeraria se pasan el día entre estos cartones. “Vamos a los hospitales, a las casas y tenemos que recoger cuerpos por todo Queens. Hasta la fecha hemos podido gestionar el aumento, pero la burocracia de la ciudad no está lista para esto. Tenemos que esperar para que nos den los certificados hasta varios días”, asegura el funerario.
FALTAN FORENSES
La ciudad de Nueva York no ha enfrentado a este aumento de muertes en su historia reciente y puede que la epidemia del nuevo coronavirus supere en fallecimientos a los 30.000 muertos de la "gripe española" del otoño de 1918.
La Oficina del Jefe del Forense (OCME, en sus siglas en ingles), que debe emitir junto con el Departamento de Salud los papeles que desembocan en el certificado de defunción y permiten su cremación o enterramiento, ha habilitado morgues móviles, acelerado algunos procesos y comenzado a contratar decenas de investigadores medico-forenses y técnicos mortuorios.
"Esto es una muestra de que necesitamos más patólogos forenses, no solo en Nueva York, donde hacen falta un 50 % más, sino en todo el mundo, donde casi hay que duplicarlos. Es una profesión esencial que ha sido ridiculizada en el cine y los medios como sucia y tétrica. Esta crisis demuestra que hay que cambiar la percepción y reformar los colegios de medicina", subraya la profesora Corthals.
"Los patólogos están saliendo de sus sótanos y están haciendo un trabajo detectivesco esencial, determinando las causas y mecanismo de la muerte, estableciendo la verdadera dimensión de la pandemia, aunque puede llevar varios meses establecer el verdadero número de muertes atribuidas al coronavirus", añade la experta, quien recuerda que solo ahora se empieza a saber que una muerte por embolia en una persona joven puede ser causada por el COVID-19.
Según Corthals, Nueva York tiene "por buenas razones" una de las normativas más estrictas de Estados Unidos para procesar fallecimientos que no han ocurrido en hospitales, algo que parece estar detrás de las quejas de algunas funerarias.
"Identificar, preservar, investigar y entregar a quien corresponde los restos de las víctimas de esta pandemia, al tiempo que se trata a los que están vivos y necesitan diagnóstico y tratamientos, no es un trabajo sencillo", señala Corthals.