Nueva York ofrece comida gratuita para intentar paliar estragos del COVID-19
Una mujer espera en la puerta del colegio 234 de Queens para recoger la comida que desde este viernes ofrece el Ayuntamiento de Nueva York a toda persona que lo necesite, para intentar paliar los estragos causadas por la expansión del coronavirus que ya ha afectado a cientos de miles de personas, sólo en la ciudad.
Protegida de la lluvia bajo el alerón del colegio, prefiere no hablar y se limita a asegurar que necesita la comida. Como ella, un puñado de personas, de origen árabe, otras europeo, latinoamericanas y afroamericanas se acercaron este viernes a partir de las 11.30 de la mañana a recoger la comida en esta escuela y una cercana del mismo barrio.
Una mujer comenta a Efe que ha venido por comida para ella su marido y su madre, una pareja latinoamericana se acerca al vecino centro escolar 85 para llevarse, por primera vez, varias bolsas de comida porque, según explican apurados, por el parón económico causado por la expansión del COVID-19 estarán al menos un mes sin trabajar.
No quieren aparecer en cámara ni que se les hagan fotos, como muchas de las personas consultada, tampoco quieren identificarse, ni contar más detalles.
REQUISITO: IR POR LA COMIDA
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, anunció este jueves que a partir de hoy extendía el programa de ayuda alimentaria destinado a colegiales, a toda persona con necesidades. El único requisito es pasar por un centro y pedir la comida.
A través de la página web del ayuntamiento se puede tener acceso a la lista de centros abiertos en toda la ciudad.
Una de las grandes cuestiones que se planteó la ciudad a la hora de cerrar su sistema educativo para contener la expansión del coronavirus, fue la cantidad de familias pobres y con pocos recursos que disfrutaban de un programa de alimentación gratuita o de bajo costo que se ofrece a los estudiantes.
Por eso, desde que los estudiantes se quedaron sin clases el pasado 16 de marzo, un total de 435 colegios en los cinco grandes distritos de Nueva York -Manhattan, Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island- comenzaron a ofrecer bolsas con comida a las familias de los niños.
Según estadísticas del Departamento de Educación recogidas por varios diarios locales, el día que más comidas se distribuyeron fue el 19 de marzo, cuando 199.435 almuerzos fueron recogidos.
Una cifra, de todos modos, muy alejada de las 600.000 comidas diarias que regularmente ofrecen los colegios a niños pobres o de familias con bajos ingresos.
BIEN EN CASA, PERO FINANCIERAMENTE DURO
Cheryl, una mujer afroamericana que se acerca desde hace dos semanas al centro 234 a recoger comida para su marido y sus dos hijos, cuenta a Efe que desde el cierre de los colegios, sus hijos ya no pueden desayunar y comer en el comedor de la escuela.
"Estoy disfrutando este tiempo en casa con mi familia, pero financieramente es muy duro, porque ahora los niños están todo el día en casa y yo estoy incapacitada, por lo que estamos viviendo solo con mis ingresos una familia de cuatro", dice Cheryl antes de concluir que el encierro por el coronavirus "se ha convertido en un problema".
Con una colorida mascarilla de tela, como recomiendan las autoridades desde este viernes, ella y su hija se han acercado a tomar la comida para afrontar parte de la jornada.
Explica que todos sus ingresos se van en gastos de la casa: "Claro, se hace difícil, porque normalmente en esta época del año los niños están en el colegio y solo tengo que preocuparme de la cena y la comida el fin de semana, pero ahora son 25 horas al día, desayuno, comida y cena, sí. Así que vengo aquí".
TEMOR AL CONTAGIO
Sin embargo, no a todo el mundo satisface este sistema, y muchas las personas encargadas de entregar las bolsas de comida han expresado su temor a ser contagiadas al trabajar cara a cada con las personas que acuden por comida.
Cada centro ha ido encontrando su manera de afrontar esta situación. En el colegio 234, las bolsas con comida se dejan en cajas en la entrada del centro y quienes acuden las recogen personalmente.
Tres policías vigilan el colegio y los encargados de preparar los alimentos no tienen contacto con el público.
En el colegio 85, por otro lado, hay que llamar primero a la puerta y la mujer que atiende, que prefiere no identificarse, sale a recibir a los vecinos ataviada con una mascarilla y un plástico que le cubre toda la cara.
"Me lo ha hecho mi marido", dice en referencia al artilugio con el que se ha pertrechado para evitar, dice, ser contagiada.
Cuenta que hoy ha dado comida a unos veinte adultos e insiste en que hacen todo lo posible para atender a todo el mundo.