Abuelita de 93 años cruzó la frontera de EEUU y México en silla de ruedas
Desde el inicio de la administración del presidente Joe Biden, el flujo de migrantes latinoamericanos ha incrementado de una manera exponencial, incluyendo el índice de niños migrantes que son enviados sin acompañante hacia los Estados Unidos para garantizar el asilo político.
La migración no conoce límites, y esto lo comprueba Trinidad Tábora, una abuelita de 93 años que cruzó la frontera en silla de ruedas. Trinidad originaria de Honduras, junto a su hija Maritza y un grupo de centroamericanos, cruzaron el Río Bravo en condiciones extremas, pasando por caminos oscuros y un largo trayecto desértico, hasta llegar a Roma, Texas, desde Tamaulipas, México.
John Moore, un fotoperiodista logró captar el momento en el que la abuelita de 93 años lograba avanzar con ayuda de sus acompañantes que se solidarizaron para llevarla entre sus brazos durante caminos donde su silla de ruedas no transitaba.
Con el apoyo de todo el grupo de migrantes, Trinidad logró cruzar el Río Grande en una balsa inflable y al pisar territorio estadunidense, levantó los brazos en señal de agradecimiento.
Las autoridades no les concedieron el asilo y fueron deportadas a Reynosa, México.
Al llegar a los Estados Unidos, Trinidad y Maritza querían ser vistas por las autoridades migratorias y así conseguir un asilo político para llegar a Nueva Yersey, donde se encuentra la nieta de Trinidad, pero no tuvieron suerte.
En una entrevista para Telemundo, Trinidad y Maritza relatan los hechos y cómo es permanecer varadas en la ciudad de Reynosa con la esperanza de mostrar las evidencias del motivo por el cual han pedido el asilo político y ser escuchadas.
“Nosotros venimos huyendo de Honduras, por una masacre que hubo en mi familia, ellos (los atacantes) solo llegaron vestidos de policías, los sacaron de la casa (sus familiares) y los pusieron boca abajo, dijeron que era un asalto y empezaron a disparar”, dijo Maritza.
Durante la masacre que ocurrió en 2019, el hijo pequeño de Maritza fue puesto boca abajo y aunque ella les rogaba que lo dejaran por ser menor de edad, le dispararon.
Cuando las autoridades decidieron deportarlas a Reynosa, después de pasar dos días sin comer o tomar agua, Trinidad le dijo a Maritza: “ya llegamos hasta aquí y Dios tiene un propósito para nosotros, démosle para adelante”.
La gran travesía de Trinidad lleva a poder reunirse con su nieta en Nueva Jersey. “yo quiero estar con ella, yo quiero estar con mi muchacha”, dice Trinidad.
El viaje arriesgado para lograr su objetivo pudo haber sido interrumpido por secuestradores, estafadores que engañan a los migrantes con el cuento de transportarlos de manera segura al país, narcotraficantes que los desaparecen, peligros naturales como altas temperaturas en el desierto, animales silvestres, entre otras adversidades.
Trinidad y su hija se encuentran esperando una oportunidad para que las autoridades migratorias les permitan ser escuchadas.