El eco de la caída resuena más fuerte cuando se trata de un expresidente. Nicolas Sarkozy, quien hace apenas una década ocupaba con firmeza el Palacio del Elíseo, está ahora a un paso de convertirse en el primer jefe de Estado francés en dormir tras rejas. El Tribunal de París lo condenó a cinco años de prisión por su presunta participación en la financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007 con dinero procedente de Libia.

A sus 70 años, Sarkozy no pudo evitar el dramatismo de la jornada: acompañado por su esposa, la cantante y modelo Carla Bruni, y tres de sus hijos, escuchó de la presidenta del tribunal, Nathalie Gavarino, que había “permitido a sus colaboradores cercanos actuar con el fin de obtener apoyos financieros”. La sentencia, aunque lo absolvió del cargo de corrupción, lo coloca frente a un destino inédito para un expresidente francés.

“Dormiré en prisión con la cabeza alta. Soy inocente”, declaró, al tiempo que calificó la resolución como una “injusticia insoportable”. El exmandatario anunció que apelará, pero la justicia ha ordenado la aplicación provisional de la condena: el 13 de octubre recibirá la fecha precisa para ingresar en prisión.

El caso, que lleva más de una década en los tribunales, se alimenta de declaraciones contradictorias, cuadernos encontrados, transferencias sospechosas y la sombra de Muamar Gadafi, asesinado en 2011. Varios allegados de Sarkozy también recibieron condenas: Claude Guéant, su mano derecha, fue sentenciado a seis años de cárcel; el exministro Brice Hortefeux, a dos.

No es la primera vez que Sarkozy se enfrenta a la justicia: ya cumple una pena bajo arresto domiciliario con tobillera electrónica por corrupción y tráfico de influencias, y enfrenta otro proceso por el caso Bygmalion, que involucra su campaña de 2012. Sin embargo, nunca antes la posibilidad de prisión real había sido tan inmediata.

El político que alguna vez quiso ser “el presidente de todos los franceses” se enfrenta ahora a un capítulo amargo: pasar de los salones diplomáticos de Europa al régimen carcelario de su país, con la historia registrando su nombre en el lado oscuro de la política.

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El ex presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, fue condenado hoy a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias, lo que le convierte en el segundo ex inquilino del Elíseo en ser sentenciado a una pena de cárcel. 

El tribunal de París dictaminó que hubo un "pacto de corrupción" entre el mandatario de 66 años, su abogado habitual Thierry Herzog y el ex magistrado Gilbert Azibert, que fueron condenados a la misma condena. 

La fiscalía había solicitado una pena de cuatro años de prisión, dos de los cuales firmes, alegando que la imagen presidencial se había visto "afectada" por este caso. 

Sarkozy fue condenado por haber intentado corromper, junto con Herzog, a Azibert, cuando éste era juez del Tribunal Supremo.

 Según los antecedentes de la acusación, el ex mandatario de Francia buscaba obtener informaciones cubiertas por el secreto profesional e influir en las diligencias abiertas ante la alta jurisdicción relacionada con el denominado caso Bettencourt. 

A cambio, habría ofrecido a Azibert su ayuda para obtener un puesto de prestigio al que éste aspiraba en Mónaco, aunque nunca lo consiguió. Nicolas Sarkozy es el segundo ex presidente de Francia en haber sido condenado por la justicia.

 Antes de él, solo Jacques Chirac, su antecesor y mentor político, fue juzgado y condenado por malversación de fondos públicos cometida cuando era alcalde de París, pero debido a problemas de salud nunca compareció ante la corte. 

La histórica condena a Sarkozy, que puede apelar la sentencia, se produce dos semanas antes de que se abra otro proceso en el que está implicado el ex presidente, el de las presuntas irregularidades sobre la financiación de su campaña para las elecciones presidenciales de 2012.