La tijera más longeva de la Roma sufre presión de la gentrificación
Los clientes de antaño lo llaman "Manolo", otros prefieren decirle "Maestro", y los nuevos en el barrio simplemente le dicen Don Manuel.
La cortina del número 121 de San Luis Potosí, en la céntrica colonia Roma, se levanta minutos después de las 12 del día. José Manuel Ibarra, de 77 años, pone todo su esfuerzo en levantar el pesado objeto, esa es la historia de todos los días desde hace más de 22 años en que el hombre ha estado al frente de la peluquería "Ibarra", herencia de su padre.
Con más de 70 años de historia y tradición en una de las colonias más populares de la capital, sobre el sitio pesa el fantasma de la desaparición, una presión que ejerce la famosa gentrificación o elitización residencial, proceso que la Fundación del Español Urgente define como lo que ocurre en "la población original de un barrio, céntrico y popular, (cuando) es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor".
Los dueños del inmueble, de buenas dimensiones, han recibido ofertas para cambiar el giro comercial del lugar, quizás una tienda de ropa, tal vez un restaurante, y por ello pretenden aumentarle la renta a Ibarra, de 5 mil 800 pesos a 10 mil pesos, casi un 50 % de "un jalón".
El caso de Don Manuel se hizo popular hace unos días en las redes sociales. Una persona se enteró de los problemas del veterano peluquero y lo quiso ayudar dando a conocer el asunto y fue así como EL UNIVERSAL llegó hasta el inmueble.
"Me quieren cobrar mucho, eso ya no puede ser, se están 'manchando', ese es mi problema, si me corren de este lugar, se acaba la historia. Yo he tratado de buscar otro sitio, pero para mí es muy difícil, por la edad", cuenta Ibarra en un tono de desesperanza.
Si el local pudiera hablar seguro contaría la vida de Don Manuel, quien con alegría y nostalgia recuerda con detalle sus inicios en del local que desde 1940 ofrece el servicio de peluquería y barbería, con sus tradicionales colores franceses azul, blanco y rojo.
"Yo era el que 'daba grasa', era el 'chicharo', -el ayudante que limpiaba el lugar y sacudía los cabellos cortados que caían de los hombros y espaldas de los clientes-. Mi madre me mandaba para ayudarle a mi papá", cuenta al tiempo que atiende a su décimo cliente de la tarde.
Tras sus pasos iniciales en el lugar, los consejos de su padre, quien le heredó el negocio, y decenas de horas practicando imaginarios cortes en el aire con peine y tijeras, Don Manuel recibió la oportunidad de realizar su primer corte con un vecino de nombre Belén.
"Mi papá le decía: 'ven para que te pelen', yo lo estimaba mucho", recordó con un largo suspiro.
La manutención y ser el sustento de sus padres fue una de las razones por las que el veterano peluquero, como le gusta que le llamen y no estilista, como se usa ahora, tuvo que abandonar la carrera de artes plásticas, que tanto le llamaba la atención, para dedicarse completamente al negocio familiar.
"Mi papá murió a los 93 años, entonces yo dejé todo, sabía que el negocio no se podía quedar solo y yo mismo dije de aquí pa'l real", rememoró.
A tres años de cumplir ocho décadas de vida, la memoria del señor Ibarra no falla y recuerda con detalle los cambios que ha sufrido la colonia Roma.
Sobre todo por el difícil proceso de gentrificación que ha golpeado a la zona, como una especie de bomba que primero pegó en la vecina colonia Condesa y que actualmente ambas enfrentan con poca fortuna, pues la llegada de nuevos establecimientos desplazan a los viejos negocios en aras de la modernidad.
"La colonia ya se está 'Acondesando', ya son muchos negocios. Ha cambiado mucho", cuenta en una especie de queja y movimiento que nadie puede detener.
Ibarra explica que "las peluquerías no son las que se acaban, se acaban los peluqueros, muchos se han muerto" y por eso cierran porque nadie continúa la tradición como fue su caso.