Prisión de 1 a 3 años por "llamadas de broma"

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El Código Penal del Estado contempla una pena de 1 a 3 años de prisión y hasta 150 días de multa a personas que realizan "llamadas de broma" a los números de emergencia, por lo que la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE) realiza una campaña de concientización para hacer buen uso de las líneas de emergencia. 

 

Con ello se pretende evitar que personas que hacen este tipo de llamadas al 9-1-1 o bien de denuncia anónima al 089 hagan que las autoridades atiendan en vano situaciones falsas, cuando hay emergencias en las que puede estar de por medio la vida.

 

En días recientes, informaron, se presentaron varios casos de amenazas de bomba reportados al 9-1-1 en instalaciones públicas y privadas las cuales resultaron falsas.

 

Las grabaciones de estas llamadas son enviadas para su análisis al laboratorio de Voz de la Dirección de Registros de la SSPE y el resultado enviado a la Procuraduría General de Justicia del Estado para su investigación correspondiente.

 

De acuerdo con datos, los primeros dos meses del año se registraron en la entidad 10 llamadas de este tipo al número de emergencias, mientras que en el 2016 fueron recibidas 39, todas resultaron falsas.

 

Es importante señalar que el bando de policía y buen gobierno de los municipios establece como faltas administrativas el solicitar falsamente auxilio, impedir cualquier servicio de asistencia médica, proporcionar datos falsos y obstaculizar el funcionamiento de las líneas de emergencia.

 




Juegan broma macabra a policías de Tecate

Gobierno de Tecate exhorta a la ciudadanía a no hacer bromas a los números de emergencia

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Cadena Noticias,  Tecate, Baja California, Mexico, 

Alrededor de las 13:52 horas de este 15 de diciembre del 2021, elementos de Seguridad Ciudadana y Tránsito Municipal se trasladaron a la calle Jaras en la colonia Rincón Tecate, ya que reportaban una persona tirada entre los matorrales.

Al llegar al punto y realizar el recorrido se percataron que a un costado de la torre metálica de la C.F.E. se tuvo a la vista, un bulto con figura humana, con un cobertor de color rojo, amarrado con cinta color amarillo y negro, el cual nos acercamos a revisarlo, el cual se encontraba relleno de otros cobertores y un balón, se desbarató y se tiró a la basura las cobijas, indicándole a la central de radio, quedando el reporte sin novedad.

Ante tales hechos se exhorta a la ciudadanía a no hacer este tipo de bromas, ya que las unidades de emergencia deben de enfocarse en resguardar la seguridad e integridad de los ciudadanos y este tipo de acciones evitan que desempeñen los operativos de prevención y vigilancia que la ciudad requiere.



Qué dice el documento recién desclasificado sobre los ataques del 9-11

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El Universal,  Ciudad de México, Mexico, 

En el vigésimo aniversario del atentado más mortífero en suelo estadounidense, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) publicó un documento que analiza las posibles conexiones entre varios ciudadanos sauditas en Estados Unidos y dos de los atacantes del 11 de septiembre de 2001.

Los familiares de las víctimas de los ataques de las Torres Gemelas llevaban años solicitando la divulgación de estos archivos clasificados, argumentando que los funcionarios sauditas habrían tenido conocimiento previo del atentado pero que no intentaron detenerlo.

Sin embargo, el documento —el primero de varios que se espera que sean hechos públicos— no proporciona ninguna evidencia de que el gobierno saudita hubiera estado vinculado o tuviera conocimiento del complot contra las Torres Gemelas.

Antes de la desclasificación, la embajada saudita en Washington se mostró a favor de que los archivos se sacaran a la luz, y una vez más negó cualquier vínculo entre su país y los secuestradores, señalando que tales afirmaciones son "falsas y maliciosas".

¿Qué dice el documento?

El documento del FBI de 16 páginas se basa en entrevistas con una fuente cuya identidad está clasificada (nombrada como PII) y describe los contactos entre varios ciudadanos sauditas y dos de los secuestradores, Nawaf al-Hazmi y Khalid al-Midhar.

Ambos se hicieron pasar por estudiantes para ingresar a Estados Unidos en el año 2000.

El memorando del FBI dice que luego recibieron un apoyo logístico significativo de Omar al-Bayoumi, quien, según testigos, era un visitante frecuente del Consulado de Arabia Saudita en Los Ángeles a pesar de que su estatus oficial en ese momento era el de estudiante.

Según la fuente del FBI, Bayoumi tenía "un estatus muy alto" en el consulado.

"La asistencia de Bayoumi a Hamzi y Midhar incluyó traducción, viajes, alojamiento y financiación", dice el documento.

Por otra parte, el archivo del FBI también asegura que hubo vínculos entre los dos secuestradores y Fahad al-Thumairy, un imán (líder musulmán) de la mezquita del rey Fahad en Los Ángeles, a quien las fuentes citadas describen como "de creencias extremistas".

Tanto Bayoumi como Thumairy abandonaron Estados Unidos semanas antes de los ataques del 11 de septiembre, según la agencia de noticias AP.

La agencia también citó a Jim Kreindler, un abogado de los familiares de las víctimas del 11 de septiembre, diciendo que el documento publicado "valida los argumentos que presentados en el litigio sobre la responsabilidad del gobierno saudí en los ataques del 11 de septiembre".

El mes pasado, una demanda iniciada por familiares llevó a que varios altos exfuncionarios sauditas fueran interrogados bajo juramento.

Las familias de algunas víctimas llevaban tiempo presionando al presidente Joe Biden para que desclasificara los documentos.

Las administraciones precedentes, las de George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump,se negaron a desclasificar los documentos, citando como argumento la seguridad nacional.

Pero el actual presidente Joe Biden ordenó la semana pasada una revisión de los documentos y les pidió a los funcionarios que publicaran lo que pudieran durante los próximos seis meses.

Durante mucho tiempo se ha especulado sobre vínculos oficiales sauditas con el atentado, dado el número de ciudadanos de ese país involucrados y los antecedentes del líder de al Qaeda, Osama bin Laden.

El líder de al Qaeda, Osama Bin Laden.

Estados Unidos y Arabia Saudita han sido aliados durante mucho tiempo, aunque a veces la relación ha sido compleja.

El anterior presidente estadounidense, Donald Trump, fortaleció los lazos entre su país y la monarquía absoluta.

Pero Biden calificó a Arabia Saudita de "paria" después de que en febrero de este año un informe de inteligencia de Estados Unidos implica al príncipe heredero, Mohammed bin Salman, en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ocurrido en 2018. Bin Salman niega haber ordenado el asesinato, que tuvo lugar en el consulado saudita en Estambul.

El corresponsal de seguridad de la BBC, Frank Gardner, afirma que desde entonces Biden ha suavizado su postura hacia el que es el hombre más poderoso de Arabia Saudita, reflejando la importancia de la alianza entre ambos países.



VIDEO 🎥: ¿Qué pasó en el mayor ataque terrorista contra EU hace 20 años?

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Milenio,  Estados Unidos, Nueva York, New York, 

Era una perfecta mañana soleada de fin de verano en Nueva York, de cielos totalmente despejados. Pero el 11 de septiembre de 2001 acabó por convertirse en la jornada más oscura de la mayor ciudad de Estados Unidos. Una serie de atentados islamistas coordinados dejaron casi 3 mil muertos y cambiaron el rumbo de la historia. 

Poco antes de las 08:00 de la mañana, 19 yihadistas, la mayoría de Arabia Saudita, abordaron cuatro aviones en aeropuertos de Boston, Washington y Newark, cerca de Nueva York. Llevaban cuchillos, permitidos entonces si la hoja era de menos de 10 centímetros. 

En el sur de Manhattan, cientos de empleados ya estaban en sus oficinas en Wall Street, donde se alzaban las Torres Gemelas, de 115 metros de altura, cuando a las 08:46 horas el vuelo 11 de American Airlines que había despegado de Boston hacia Los Ángeles, secuestrado por cinco yihadistas, se estrelló entre los pisos 93 y 96 del edificio norte. 

Los 87 pasajeros y tripulantes murieron en el instante, así como centenares de las 50 mil personas que trabajaban en el World Trade Center (WTC), símbolo del poderío económico estadunidense. Muchos quedaron atrapados por encima del piso 91, sin acceso a escaleras de emergencia. 

Joseph Dittmar, un experto en seguros basado en Chicago, estaba a esa hora en una reunión con decenas de corredores de seguros de todo el país en el piso 105 de la torre de enfrente, el edificio sur del WTC. 

Nadie "vio nada, ni sintió nada, solo la luz vaciló", contó Dittmar casi 20 años después. 

A las 08:50, el presidente George W. Bush, de visita en una escuela primaria de Sarasota, Florida, fue alertado de lo que se asumió inicialmente como un accidente. Dittmar contó que tras un llamado a evacuar la torre sur, todos bajaron al piso 90 y al mirar por la ventana quedaron aterrados. 

"Fueron los peores 30, 40 segundos de mi vida (...) al ver esos enormes agujeros negros en el edificio, llamaradas rojas como nunca habíamos visto en nuestras vidas, volutas de humo gris y negro que salían de esos agujeros. Vimos muebles, papeles, gente que se precipitó al vacío (...) cosas aterradoras, terribles. Tenía tanto miedo", recordó entre lágrimas. 

Se estima que entre 50 y 200 personas saltaron o cayeron de ambas torres. Dittmar decidió salir del edificio por la escalera, una decisión que le salvó la vida. 

El chef Michael Lomonaco emerge del centro comercial subterráneo del WTC y ve horrorizado la torre norte en llamas. A último momento, había decidido pasar por la óptica para cambiar los cristales de sus gafas, antes de subir a su trabajo en el piso 107 de esa torre, en el famoso restaurante Windows on the World. 

"Podía ver personas agitando manteles blancos desde las ventanas" del restaurante, recuerda. "Veía manteles y servilletas, era terrible, terrible". Como Dittmar, Michael creía que se trataba de un accidente. 

"En algún momento, entre el piso 74 y 75" la caja de la escalera "comienza a oscilar violentamente, los pasamanos se desprenden de la pared, los escalones ondulan bajo nuestros pies como olas en un océano, sentimos una pared de calor, olemos combustible", recuerda. 

Eran las 09:03 y el vuelo 175 de United Airlines con 60 pasajeros y tripulantes, además de cinco terroristas, que había despegado de Boston con destino a Los Ángeles acababa de estrellarse contra los pisos 77 a 85 de la torre sur del WTC, justo encima de ellos, provocando una explosión gigante. Muchas personas que estaban desalojando el edificio quedaron atrapadas en los ascensores y por encima del piso 85. 

"Estados Unidos está bajo ataque", le susurra a la oreja de Bush su jefe de gabinete. 

Al llegar al piso 31, Dittmar y un puñado de compañeros de infortunio se cruzaron con bomberos y rescatistas que corrían escaleras arriba. "Su mirada lo mostraba, sabían que no regresarían", dice. 

Dittmar demoró unos 50 minutos en llegar a la planta baja y luego caminó hacia el norte con un colega en medio de los escombros cuando de repente, a las 09:59, escuchó el ruido ensordecedor del derrumbe de la torre sur. 

Y casi instantáneamente "el grito de decenas de miles de personas" en pánico, testigos de la tragedia televisada en directo al mundo. 

Al Kim, un paramédico de 37 años, se preparaba para acoger heridos en el hotel Marriott, frente al WTC, cuando escuchó un ruido tremendo y se lanzó bajo una camioneta estacionada bajo un puente para protegerse. 

La torre sur se desplomó en 10 segundos, matando a más de 800 civiles y rescatistas que estaban en la zona. La polvareda era tan inmensa que Kim quedó en total oscuridad. 

"No puedo creer que vaya a morir así", pensó. Cuando consiguió salir de allí, "tan lejos como abarcaba la vista, la devastación era total. No podía respirar de tan acre que era el aire. Recuerdo utilizar mi camiseta para taparme la boca. No podía ver mis manos junto a mi cara", contó casi 20 años después, al recorrer emocionado por primera vez la explanada del Museo y Memorial del 9/11, a pasos del puente que podría haberse desplomado pero que se mantuvo firme y le salvó la vida. 

Con los ojos heridos, cejas y vías respiratorias quemadas y el cuerpo cubierto de una gruesa capa de cenizas, escuchó la voz de dos colegas, los ubicó y los tres se tomaron de la mano "como niños de escuela". Así avanzaron en la oscuridad total, entre escombros y llamas. 

Escuchaban alarmas que sonaban sin parar. No lo sabían aún, pero eran los sensores de decenas de bomberos enterrados bajo los escombros, que se activan si no hay movimiento durante un cierto tiempo. 

 Media hora antes, a las 09:30, ya informado del ataque contra la segunda torre, Bush había calificado los atentados de "tragedia nacional". "El terrorismo contra nuestra nación no prevalecerá", dijo. 

En el Pentágono, el cuartel general del departamento de Defensa situado en Arlington, Virginia, Karen Baker, una experta en relaciones con la prensa del ejército que entonces tenía 33 años, ya sabía a esa hora que los ataques contra el WTC no habían sido un accidente, pero se sentía "en el lugar más seguro del mundo". 

Caminaba desde la cafetería del Pentágono hacia su escritorio cuando el vuelo 77 de American Airlines que había despegado del aeropuerto de Washington Dulles hacia Los Ángeles con 59 pasajeros y tripulantes a bordo, secuestrado por cinco yihadistas, se estrelló contra la fachada oeste del edificio de concreto reforzado. Eran las 10:15 de la mañana. 

"Fue una explosión fuerte y luego sentimos un temblor", recuerda. "Pensamos entonces que era una bomba". 

A las 09:58 de la mañana, Edward Felt, pasajero del vuelo 93 de United Airlines que había despegado de Newark, Nueva Jersey, con destino a San Francisco, logra encerrarse en el baño y llamar al teléfono de emergencias 911 para denunciar que su avión fue secuestrado por cuatro yihadistas que se apoderaron de la cabina y desviaron la nave hacia Washington D.C. 

Fue una de las últimas de 37 llamadas de móvil hechas por pasajeros y tripulantes a familiares desde el avión secuestrado. Otro pasajero, Jeremy Glick, logró explicar a su esposa en tierra que los pasajeros votaron y decidieron asaltar la cabina, pero que aguardan sobrevolar una zona rural para actuar. 

"¿Están listos? Vamos", dice otro, Todd Beamer, mientras habla por teléfono con un interlocutor en tierra. 

El enfrentamiento fue breve: cinco minutos después de la llamada de Felt, a las 10:03, el avión se estrelló a 900 kilómetros por hora contra una colina arbolada cerca de la pequeña comunidad de Shanksville, en Pensilvania, a 20 minutos de la capital estadunidense. 

Gordon Felt, hermano de Edward, se hallaba en el campo, al norte de Nueva York, trabajando en una colonia para jóvenes autistas. 

Casi 20 años más tarde, en el lugar donde cayó el avión y donde se construyó un memorial en un inmenso parque, recuerda que cuando se enteró de que Edward estaba en el avión secuestrado le dejó un mensaje en el contestador de su celular. "Ed, cuando aterrices llámanos, estamos inquietos". 

Unas horas más tarde, su cuñada le llamó para decirle que no había ningún sobreviviente, y pidió a Gordon dar la terrible noticia a su madre. 

A las 10:28 de la mañana colapsó la torre norte del WTC, envuelta en llamas durante 102 minutos. El entonces alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, llama a la calma desde la zona de los ataques y ordena a la población evacuar el sur de Manhattan a las 11:02 de la mañana. 

Miles de residentes y trabajadores de la zona comenzaron entonces a marchar a pie durante horas por calles y carreteras hacia el norte de Manhattan o cruzando puentes hacia Brooklyn. Decenas de ferris, yates y barcos pesqueros acuden al rescate para evacuar a cientos de miles de personas por el río Hudson hacia Nueva Jersey. 

A las 12:16 del mediodía las autoridades decretaron el cierre total del espacio aéreo tras despejar del cielo estadunidense a más de 4 mil 500 aviones. 

Durante varias horas los rescatistas y bomberos se afanaron en hallar sobrevivientes de los atentados entre los escombros. Al Kim y otros rescatistas consiguieron salvar al bombero Kevin Shea, enterrado entre los escombros y gravemente herido. Fue el único sobreviviente de los 12 miembros de su brigada. 

Hacia las 12:30 horas, un grupo de 14 personas fue rescatado de la torre norte, donde quedó protegido por un pedazo de escalera que milagrosamente no se derrumbó. El último rescate exitoso tuvo lugar al mediodía del 12 de septiembre. 

El chef Lomonaco intenta hacer una lista de los empleados que estaban en el restaurante en el momento de la tragedia. Muchos no responden. Tras varios días se enterará de que eran 72, de un total de 450. Ninguno sobrevivió. 

Bush fue evacuado desde la escuela primaria de Florida a la base aérea de Barksdale, en Luisiana, a las 13:04 horas, y colocó a las fuerzas armadas en "estado de alerta máxima". Más tarde fue trasladado a otra base aérea en Nebraska, y finalmente fue autorizado a regresar a la Casa Blanca, en Washington D.C., hacia las 19:00 horas. 

Su vicepresidente, Dick Cheney, que estaba en la Casa Blanca cuando ocurrieron los ataques, fue evacuado de la residencia presidencial en la mañana y llevado a un búnker. 

Dittmar, que halló refugio en el apartamento de una amiga, solo piensa en una cosa: irse de Nueva York. 

Finalmente consigue tomarse un metro repleto de gente al final de la tarde, la circulación fue reanudada tras una paralización total de una hora y media, y llegar a la estación de trenes Penn Station, donde compra un billete a Pensilvania, donde viven sus padres. 

En el tren todo el mundo está en silencio, nadie dice una palabra. Cuando Dittmar, de 44 años, llega a las 19:00, su madre le abraza y acaricia el cabello. "Era exactamente eso lo que precisaba en ese momento".

Está exhausto y se pierde el discurso de Bush a las 20:30 de la noche, que anuncia un saldo previsorio de "miles de muertos". Finalmente serían 2 mil 753 víctimas en Nueva York, 184 en el Pentágono y 40 en Shanksville. 

"Estamos buscando a quienes cometieron estos actos malvados (...) No haremos distinciones entre los terroristas que cometieron estos actos y quienes los protejan", dijo Bush. 

Al llegar a su casa esa noche tras cruzar un Washington acordonado por las fuerzas del orden, Karen Baker comenzó a digerir la enormidad de lo ocurrido al abrazar a su marido y a sus dos hijos. 

"La pura tensión los había llevado al límite y estaban llorando. Se desmoronaron. Eso fue realmente duro de ver", contó.

 El paramédico Al Kim permaneció entre los escombros de las torres hasta la noche, cuando una ambulancia lo llevó hasta su trabajo en Brooklyn. 

Condujo a su casa aún cubierto de polvo de pies a cabeza por calles completamente desiertas, con las luces de emergencia en el techo del coche para que la policía no lo detuviera. 

Al llegar, se emocionó. "Era muy tarde, la mitad de la noche. Me duché. Y al día siguiente temprano en la mañana estaba de regreso, había mucho que hacer, y muchos funerales a los que acudir". 



"México titubeó ante ataques terroristas contra EU del 11-S": Jeffrey Davidow

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Milenio,  United States, New York, 

Ese 11 de septiembre, el embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow, recién había llegado a desayunar a la casa de un empresario mexicano. Estaba preocupado, porque en las noticias de la mañana había escuchado que en Nueva York, a 4 mil kilómetros de distancia, un avión se había estrellado contra la Torre Norte del World Trade Center. Una tragedia espectacular, pero hasta ese momento, solo eso: accidental. 

"Pensaba en ese momento que era eso, un accidente", dice a casi 20 años de distancia. 

Pero luego vino el horror. Mientras se sentaba a la mesa con el empresario, Davidow vio en la televisión del desayunador el momento en el que el segundo avión (United Airlines 175) golpeó la Torre Sur. Eran las 9:00 de la mañana con tres minutos y casi de inmediato le ordenó a su equipo de seguridad llevarlo a toda velocidad a la embajada de Estados Unidos en México. 

En el trayecto en la camioneta blindada de la embajada, “me quedó claro que estábamos bajo ataque y mi preocupación era qué más iba a pasar”, cuenta a MILENIO. “No estaba preocupado de que algo pudiera pasar en México, pero como todos, creo que estaba en estado de shock y no tenía claro en mi mente lo que estaba pasando. Lo que era evidente es que se trataba de un ataque terrorista”. 

Casi a punto de cumplirse veinte años del ataque terrorista más espectacular de la historia, Davidow admite que ese 11 de septiembre cambió para siempre la relación entre México y Estados Unidos. 

Dejó a México fuera del radar de George W. Bush, mientras que los titubeos del entonces presidente Vicente Fox, y las declaraciones del canciller Jorge Castañeda no abonaron al terreno. En específico, relata el diplomático en el retiro, quedó la sensación de que el gobierno mexicano no quiso apoyar a Washington en su hora de mayor necesidad. 

“Fue una oportunidad histórica desperdiciada”, reflexiona el autor de "El Oso y el Puercoespín". 

P: ¿Qué pasa por su mente cuando llega a la embajada, poco después que se estrella el segundo avión en el World Trade Center? 

R: Cuando llegué, hablé con la prensa enfrente de pasada. Y también tuvo una reunión muy grande dentro de la embajada con los empleados. Mi mensaje fue que era el momento de ser fuertes y que teníamos que seguir haciendo nuestro trabajo. Le dije a los empleados que si se querían ir a su casa se podían ir a su casa, porque muchos estaban asustados. No recuerdo qué le dije a la prensa.

P: Dijo que se trataba de un acto de barbarie. 

R: Ah. No recordaba eso. 

P: ¿Qué sensación privaba al interior de la embajada? 

R: La gente estaba muy nerviosa, muy preocupada. Inmediatamente vimos que teníamos cientos de mexicanos que estaban esperando sus entrevistas para visas, así que cerramos el consulado y mandamos todos a casa. Y cuando hablé con mi gente les dije que estábamos en una situación muy difícil. Nos sentíamos muy sacudidos.

P: ¿Cuándo se entera de que el tercer avión impacta en el Pentágono? 

R: Me enteré al mismo tiempo que todos los demás porque estaba viendo la televisión. 

P: En medio de esta tormenta, ¿necesitó algún momento personal para recomponerse ante la magnitud de lo que estaba ocurriendo? 

R: Lo que sí sé es que en términos de mi reacción personal, yo estaba muy bien. No estaba nervioso hasta que empecé hablar con los empleados y ahí es en donde me ganó la emoción. Mientras hablaba con ellos me invadieron emociones como tristeza, enojo. Fue muy difícil, pero sentí que tenía una obligación hacia ellos para mantenerme fuerte. 

P: ¿Recibió, en este caos, alguna comunicación del Departamento de Estado? 

R: Estuvimos en contacto con gobiernos extranjeros, no tanto con México, aunque tenemos que recordar que una de las cosas que hizo el presidente (George W.) Bush fue detener todo el tráfico aéreo y había decenas de miles de estadunidenses atrapados en Europa, en Asia y en otros países. No podían regresar a Estados Unidos. En ese momento la mayor parte de nuestras preocupaciones estaban en Europa francamente y en el Medio Oriente. 

P: Por aquellos días, México y Estados Unidos arrancaban una nueva relación, con el inicio casi simultáneo de las presidencias de Vicente Fox y George W. Bush. ¿Qué cambió en la relación después de ese martes?

R: Había mucha emoción al principio de los gobiernos de ambos presidentes. Se sentía como un inicio fresco. El primer viaje internacional que hizo el presidente Bush fue a México, en abril, a Guanajuato, al rancho de Fox. Y fue en esa reunión en que ambos gobiernos acordaron crear un equipo de alto nivel para hablar de migración. 

Pero siento que la idea de que el 11 de septiembre detuvo esa gran negociación migratoria no es verdaderamente correcta. Ésa idea ya se había muerto antes del 11 de septiembre. En cualquier medida, creo que una vez que ocurrieron los ataques, la atención de Estados Unidos obviamente se movió a otros temas. El tema migratorio se volvió secundario. Ya no era una prioridad. 

P: Revisando estos últimos 20 años, ¿cuál diría usted que es el impacto más grande que tuvo el 11 de septiembre en la relación Estados Unidos-México? 

R: La guerra contra el terrorismo se volvió prácticamente el único tema. Otras cosas que tendrían que haber sido resueltas bilateralmente con México perdieron importancia. Y recuerdo la respuesta del gobierno mexicano a los ataques terroristas. Demostró, una vez más, la ambivalencia que México y los políticos mexicanos tienen respecto a la relaciones con Estados Unidos. Creo que hubo preocupación acerca de los ataques, o tristeza pero al mismo tiempo los mexicanos querían dejar en claro que no iban a convertirse en un aliado de Estados Unidos en la guerra de terrorismo. 

P: ¿Qué le llamó más la atención de esa reticencia mexicana a apoyar a Washington en su momento de necesidad? 

R: El 11 de septiembre, la prensa le preguntó a Jorge Castañeda qué iba a hacer México. Recuerdo que respondió que ese no era el momento para regatear el apoyo Estados Unidos. 

Pero entonces agregó una frase que estoy seguro no quiso decir, cuando le preguntaron si México contribuiría con tropas a una guerra: Estados Unidos, dijo, no nos ha preguntado y aún si lo hicieran no mandaríamos tropas. Cuando la prensa encontró esa información en Estados Unidos lo convirtió en: “México se niega a ayudar a Estados Unidos“. Eso generó mucha molestia en Washington. 

P: ¿Marcó esa reacción negativa en Washington el resto de ambas presidencias? 

R: Creo que si quedó marcada. Y luego, meses después, cuando Bush quería que la ONU aprobara una resolución permitiendo que Estados Unidos fuera a la guerra contra Irak (...) México estaba en el Consejo de Seguridad de la ONU en aquel momento y no apoyó la resolución que Estados Unidos quería. Eso causó aún más tensión. Pero creo que el efecto más grande fue que después del 11 de septiembre Estados Unidos dejó de enfocar su atención a México y empezó a dirigirla a otros temas. 

P: ¿Generó el 11 de septiembre una oportunidad perdida entre ambos países? 

R: Así lo creo. Muchas de las expectativas se perdieron. Después de los ataques de septiembre hubo menos interés y menos deseo de hacer algo sobre las oportunidades con respecto a México. Creo que es un caso de oportunidades perdidas. 

P: Y tristemente no hay hubieras en historia 

R: No los hay. 



La mayoría de las llamadas al 911 en Tijuana son falsas

Diariamente se reciben un promedio de 1,100 llamadas al 911

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Cadena Noticias,  Mexico, Baja California, Tijuana, 

Al menos el 70% de las llamadas al 911, son falsas alarmas, las cuales, de modificarse el Código Penal del Estado, podría aplicarse multas económicas severas, lo que sin duda terminará con esta incorrecta actuación ciudadana, indicó el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Pedro Cruz Camarena.

Explicó que diariamente se reciben un promedio de 1,100 llamadas al 911, pero el 70% de estas son falsas alarmas. Incluso se ha regresado la llamada cuando ésta puede ser detectado el número, y se descubre que era una mentira, y se ha encontrado que son los hijos quienes cometen estas acciones.

Sin embargo, el funcionario municipal señaló que si se aplicaran multas económicas severas, sin duda los padres de familia tendrían más cuidado y atención para que esto no se repita.

Pero por el momento, esto no se puede realizar hasta que se haga una modificación al Código Penal del Estado, con lo cual insistió, se ahorraría la enorme inversión de recursos, esfuerzo y elementos que se destinan a las llamadas del 911.

Estas llamadas falsas, o también el mal uso de la línea de emergencia para ‘’mentarle la madre al gobierno, pedir pizza, preguntar por la línea o el clima, es una situación cultural que desvía los recursos económicos y humanos, de donde realmente se requieren’’, precisó Cruz Camarena.

Es por ello que intentará promover un plan piloto, para el cual se requerirá de tecnología y la disposición de las áreas correspondientes para modificar el Código Penal, para al menos reducir este tipo de falsas alarmas, concluyó.