La fe renace entre ruinas y escombros
En este municipio de la Sierra Juárez, a falta de ayuda, el consuelo es la fe. El poblado, distante a unos 120 kilómetros de la capital, fue dañado también por el sismo del 7 de septiembre.
Una capilla dedicada a la Virgen de Juquila, antes de llegar al pueblo de la etnia Mixe, fue lo único que se salvó del deslave de un cerro. Ahí, un hombre pasa las horas, rezando, implorando ayuda.
Una de las damnificadas, doña Elvira Blas Dionisio, se encomendó también a sus santos; ella pasa de la tristeza al llanto; de la risa al consuelo; de la tragedia a la limpieza de su vivienda derruida. "Se salvó la virgencita María Auxiliadora; mire, ¡no le pasó nada!, todo el adobe se vino encima, por poco nos quedamos atrapados", dice la mujer.
De acuerdo con la autoridad, en la cabecera municipal y sus dos agencias hay por lo menos 250 viviendas dañadas, 50 de ellas con pérdida total, provocadas por el temblor de hace ocho días. Lamenta que ningún político o funcionario llegue a la zona. "Pero eso sí, cuando vienen en busca del voto, ahí andan detrás de uno; ahora nadie. Tenemos la carretera destruida y cinco días después llegó la maquinaria a limpiar", dice Chayane Cruz Romero, secretario Auxiliar del ayuntamiento.
Pero no movió montañas. "Yo la agarré; no sientas nada, no tengas miedo, Dios da para recordar, ¡ay!… viendo que se tumbaba, ni modos", replica don Artemio Sánchez Osorio a su esposa Elvira, cuando cuenta cómo vivieron el terremoto, acompañado de lluvia, en la sierra Mixe.
Ellos viven en el barrio María Auxiliadora, a unos 500 metros del centro de la población, donde ocho días después de la tragedia, la ayuda gubernamental no llegaba.
Parados frente a la imagen de San Antoñito y de su Virgen María Auxiliadora, debajo del techo del que hasta el 7 de septiembre fue su hogar, los dos campesinos humildes cuentan cómo sobrevivieron al sismo más fuerte de México en los últimos 100 años, el que se llevó su patrimonio construido con gran esfuerzo del trabajo diario en el campo.
"Estaba cayendo mi casa, cayendo, cayendo, y estaba llorando, así me pasó", narra doña Elvira, de 60 años, quien con una chancla logró salir de su casa para evitar quedar sepultada entre los escombros. Logra sonreír un poco, cuando cuenta con asombro que sus imágenes religiosas quedaron intactas al temblor, "no le pasó nada, no sé, pero se quedó en la tierra".