Cualquier pista es un tesoro para hallar a sus seres queridos
La búsqueda a veces se hace en cerros —cuesta arriba— en los que se camina por más de dos horas para llegar a un punto donde se presume que puede haber fosas clandestinas. Rastrear el terreno para buscar a un familiar desaparecido es un trabajo arduo y difícil.
En un paraje de la región Norte del estado, que recorrió durante dos semanas la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Mario habla de las dificultades de su tarea, de largas horas bajo el intenso sol para subir cerros y montañas hasta llegar al punto donde pueden encontrarse restos de víctimas de la violencia que azota al país.
"Eso hacemos todos los días, todos los años, andar haciendo hoyos como animales hasta encontrar un hueso. Eso calma nuestro dolor", resume.
El agreste terreno de Guerrero complica la búsqueda. Las rocas y la humedad son un desafío para las ondas electromagnéticas del equipo geotécnico. Pese a su gran olfato, los perros adiestrados para rastrear cadáveres pueden confundirse con el olor de algunas raíces y las corrientes de aire.
Mientras se retiran piedras de las probables fosas, con la esperanza de hallar "tesoros", como algunos llaman a los vestigios humanos, aparecen tarántulas, ciempiés y alacranes "güeros". El paso es interrumpido por las ramas del huizache, cuyas espinas se clavan hasta en las botas.
El esfuerzo de los brigadistas, miembros de 200 familias de 16 estados, acompañados por peritos forenses y agentes federales, arrojó el descubrimiento de siete cuerpos y decenas de restos óseos.