En casa, hermanos que libraron sentencia de muerte en Malasia
El mejor regalo del día de las Madres fue para la señora Carmen, vecina de la colonia Lomas de Rodriguera, volver a abrazar y besar a sus tres hijos que habían sido condenados a muerte en Malasia, pena que después se sustituyó por 30 años de prisión hasta que lograron que el sultán de Johor, les otorgará el perdón.
La noche del pasado viernes la madre de Luis Alfonso, José Regino y Simón, detenidos el 4 de marzo del 2008 en una redada de la Policía Real de Malasia, en la comunidad de Jhor Bahru, en un conjunto industrial divido en dos naves donde se encontró drogas en una de ellas, volvieron a encontrarse después de 11 años de prisión.
José Regino González Villarreal, quien recientemente cumplió 41 años, el más joven de los tres hermanos, quienes desde pequeños ayudaban a su padre en la fabricación de ladrillos, narró la angustia, desesperación y el miedo que vivieron al estar prisioneros en la antesala al patíbulo.
Un crucifijo cuelga de su cuello, lo porta desde hace unos meses, fue un regalo que les enviaron desde el Vaticano a los hermanos, por lo que lo conserva con amor.
Sin asistencia diplomática ni asesoría jurídica y sin conocer el idioma, los hermanos soportaron por tres años la incertidumbre de su destino en un país, al que habían llegado 14 días antes de su detención, atraídos por la oferta de un trabajo bien remunerado en una fábrica.
José se muestra dolido porque su hija, quien era una niña de tres años y ocho meses de edad y a la que dejó en búsqueda de un mejor trabajo, ahora no lo recuerda.
José Regino expuso que los 11 años que permanecieron recluidos en dos prisiones insalubres y saturadas, se vio muy enfermo de tuberculosis, por fortuna recibió la atención médica necesaria lo que le permitió superarlo.
A lo largo del tiempo que permanecieron recluidos en pequeñas celdas separadas, comentó que aprovechó el tiempo para aprender inglés y malasio, puesto que sólo tenían acceso a revistas en esos idiomas, esto los obligó aprenderlo, sobre todo a leerlo, dice.
Fue el día 30 de abril cuando se les notificó que el Sultán de Johor, Ibrahim Ismail Ibni Al Marhum Sultan Iskandar Al-Ha les había otorgado su perdón, con lo que quedó sin efecto la última sentencia del mes de septiembre de 2018 que los condenaba a 30 años de prisión.
El joven, quien atiende a vecinos y viejos amigos que acuden al lugar de sus padres a saludarlos, admitió que en el 2012, cuando conocieron la noticia que habían sido colocados en el pabellón de condenados a la horca, sufrieron y temieron lo peor.
Conoce que la sentencia de muerte que decretó en contra de ellos un juez de Kuala Lumpur, Malasia, quebrantó la salud de su madre, cuya diabetes se agravo al grado que perdió sus piernas, pero no la esperanza de volver a verlos y abrazarlos.
En el hogar de sus papás, una modesta casa con un enorme patio, en la colonia Lomas de Rodriguera, todos conocen a su padre, Héctor González Río, de oficio ladrillero, actividad que de jóvenes desempeñaron.
José Regino proyecta rehacer su vida, salir adelante con su esposa y su hija, que ya es una adolescente, por lo que espera poder tener un trabajo honrado.