El Cereso, un infierno: internos y familiares
Los de adentro y los de afuera coinciden: vivir en el Cereso Morelos es denigrante, es un infierno. Aquí, donde en un mes se han gestado tres motines con saldo de nueve muertos, los familiares de los internos denuncian que los abusos de las autoridades penitenciarias son económicos y sicológicos. Coinciden en que no ven, en corto tiempo, una solución.
El Centro de Reinserción Social Morelos tiene capacidad para mil 800 reos y, de acuerdo con las autoridades penitenciarias, hay dos mil 300, en tanto que el comisionado estatal de Seguridad, José Antonio Ortiz Guarneros, afirma que son 3 mil 400.
La sobrepoblación ha traído condiciones precarias en alimentación, alojamiento, higiene y servicio médico. A esto se añade el hostigamiento sexual a la población homosexual, según consta en videos que los internos han grabado y los envían a los reporteros.
En esas grabaciones surge la voz de un reo, quien acusa a los escoltas del coordinador del Sistema Penitenciario, Jorge Israel Ponce de León Bórquez, de acoso sexual: "Somos un grupo de 50 internos que sufrimos tocamientos y abusos de las autoridades", señala.
Ponce de León Bórquez y su equipo de trabajo también son acusados de ser responsables del autogobierno, y desde los primeros brotes de violencia en octubre pasado los reclusos demandaron su salida, sólo lograron la renuncia de sus principales colaboradores.
Corrupción. En un video que filtraron a la prensa cinco reclusos cuentan que en el Cereso se paga por todo, por ejemplo, a los recién llegados les cobran 15 mil pesos por no golpearlos.
"Si quieren agua se las venden allá adentro y una botella de medio litro cuesta 50 pesos, un cigarro 50 pesos, material con el que hacían sus bolsas, sus artesanías, los muebles, todo debe ser comprado allá adentro [del penal] a la Mireles", acusó una familiar de un preso durante una manifestación en el Congreso de Morelos.
En caso de que sus internos requieran una cobija deben comprarla a 150 pesos aunque estén usadas, rotas y llenas de pulgas: "Sus familiares no están ahí de vacaciones, dicen las autoridades", comentó otra inconforme.
Una más denunció que las visitas del fin de semana constantemente son interrumpidas por custodios del lugar, especialmente si ésta es conyugal.
Cuestionado sobre los señalamientos, el comisionado de Seguridad, José Antonio Ortiz Guarneros, declaró: "Sólo se escuchó una parte de los hechos y de las inconformidades, estoy consciente de que a veces cuando uno aprieta le levantan rumores o falsedades, porque tener el control de un penal no es fácil, sobre todo por lo que ingresa. Hay mujeres que meten droga al penal o se molestan si se les revisa la comida porque pueden meter objetos prohibidos dentro de ésta", señaló.
En menos de un mes, los disturbios en este Cereso han dejado nueve muertos y 14 heridos. Entre los fallecidos se encuentra Raymundo Isidro Castro, "El Ray", considerado por el gobierno de Morelos como líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Hasta el 30 de octubre, de acuerdo con el comisionado estatal de Seguridad, había tres grupos de poder en el penal: Los Rojos, el Cártel Jalisco Nueva Generación y Los Chilangos, este último supuestamente desarticulado con el traslado de algunos de sus integrantes hacia penales federales.
Así, en el reclusorio se quedaron las dos fuerzas restantes, aunque según el comisionado estatal de Seguridad, 80% de los presos tienen afinidad con Los Rojos.
Simulación. En la segunda semana de noviembre, los señalamientos de los familiares de los internos contra las autoridades penitenciarias arreciaron, porque se dieron cuenta de que los despidos de la exdirectora del penal, Miriam Mireles Toledo, y del exdirector operativo, Raúl Colín Martínez, "El Antrax", fueron una simulación: Mireles Toledo fue vista en el interior del Cereso Morelos y su compañero en la cárcel de Jonacatepec, donde fueron reubicados los presos identificados con Los Chilangos.
El fallido modelo carcelario
Hacia 1999 el gobierno de Morelos preparó el cierre de la cárcel de Atlacomulco, y en 2000 trasladó a mil 800 internos al nuevo edificio, ubicada en el poblado de Atlacholoaya, municipio de Xochitepec.
El penal fue considerado como modelo porque su infraestructura prometía una nueva forma de readaptación, pero desde el primer día de alojamiento los internos se amotinaron, según escribió Gregorio Arias Bustamante, primer subdirector de Seguridad y Custodia del Cereso Morelos.
Pedían la presencia del director del penal, porque no había personal de custodia suficiente, se sentían desprotegidos y fuera de su zona de confort.