No lo detuvieron porque ''quemar con agua caliente no es delito''
Es una tarde de octubre de 2019 en algún lugar de la Montaña de Guerrero. Juan cierra la puerta y las ventanas del cuarto. Se dirige a la cocina, abre los quemadores de la estufa y se para en medio de la habitación. Juega con las manos un encendedor. El gas comienza a flotar en el aire.
Enfrente de Juan está Xóchitl, su pareja, está paralizada escuchando las palabras que él le suelta: “No voy a dejar que estés con alguien más”, le advierte.
Antes de esta escena, Juan le arrojó un espejo y después la golpeó.
Al final, Juan desiste: cierra los quemadores de la estufa y abre la puerta y las ventanas. Esa vez, Xóchitl sintió mucho miedo, toda la noche no pudo cerrar los ojos, se mantuvo en alerta.
Al otro día salió huyendo. Huyó a un lugar lejano de la Montaña, a la que regresó cinco meses después para parir.
Esta no fue la última agresión, tras un año de estar separados, Juan la quemó con agua caliente.
EL ATAQUE
Era 23 de octubre de 2020, yo estaba dormida con mi niño. Vino porque había roto el cargador del celular de mi hermano. Me dijo que me iba a venir a dejar el dinero. Eso fue a las 10 de la mañana. Llegó, entró hasta el cuarto porque no estaban mis papás. No trajo el dinero, me dijo que en la tarde.
Regresó como a las 3. Otra vez subió al cuarto. Nos invitó unas sopas Maruchan. Le dijo a mi hermana que fuera a comprarlas. Ella fue. Bajé al niño y puse agua a calentar para bañarlo. Mi hermana puso agua para las sopas.
Estábamos sentados, viendo la tele. El agua estaba caliente. Me paré y les dije que me iba a apurar a lavar los trastes y bañar al niño. Me siguió al lavadero. Se sentó a un costado, seguía comiendo sopa. Se acomodó y me preguntó qué si me conecto al feis en la noche. Yo le dije que aparecía como conectada porque tenía datos.
“A lo mejor platicas con alguien”, me dijo. Yo pensé: ya va a comenzar. Le pedí a mi hermana que se acercara. Llegó con el niño. Entonces le pedí que lo dejara en la andadera y que me trajera el agua para bañarlo. La trajo y la dejó ahí al lado, enfrente de él. Yo seguí lavando los trastes, cuando escuché que mi hermana gritó: “¡Nooo! ¡Es agua caliente!”.
Yo estaba de espalda, sólo alcé mi brazo, me la quería echar en la cara, me protegí, pero me cayó en todo el brazo, la espalda y el pecho. Me toque el pecho y sentía cómo se me levantaba la piel, ahora tengo la marca de mi mano en el pecho. Fueron quemaduras de segundo grado.
Se fue corriendo, mi hermana lo alcanzó agarrar de su cabello, lo aventó a la puerta, pero se le escapó. Mi hermana pidió ayuda, unas vecinas me llevaron en su carro a una clínica particular. En la clínica me preguntaron por qué me quemaron, yo sólo les dije que no sabía.
Sentía que todo mi cuerpo temblaba.
LA VIOLENCIA
En 2020 en México 97 mil 778 mujeres sufrieron un tipo de violencia que va desde el feminicidio, pasando por el secuestro, la trata, la violación hasta llegar a las lesiones, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
De esas casi 100 mil agresiones, 57 mil 495 fueron lesiones dolosas, es decir: un hombre —regularmente su pareja— las agredió con la intención de lastimarlas. El promedio es aterrador: 157.5 mujeres sufren lesiones dolosas al día. En Guerrero se reportaron mil 132, una de ellas, es la historia de Xóchitl.
La Secretaría de Gobernación ha declarado dos Alertas de Género en Guerrero, una por violencia feminicida y otra por agravio comparado.
La Montaña es una de las regiones donde se preservan tradiciones que atentan contra las mujeres, como los matrimonios forzados, la explotación laboral y la asignación de un rol social que se reduce al cuidado de los hijos y el hogar.
Es dónde es más difícil que logren justicia. El Centro de Defensa de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, ha documentado que para los 19 municipios de la región sólo hay un Ministerio Público (MP) especializado para atender la violencia sexual y de género que no cuenta con médicas legistas, psicólogas, ni peritas intérpretes.
“Por eso la gran mayoría de mujeres prefieren no denunciar y si lo hacen, asumen que sus casos queden impunes”, señala el Centro Tlachinollan.
LA HISTORIA
Apenas tenían unas horas de conocerse y Juan le pidió a Xóchitl que fuera su novia. Fue en un baile del pueblo; ella tenía 17 años, él 15.
Xóchitl lo rechazó, no lo conocía, además estaba interesada en otro joven.
Juan nunca perdió el interés, un año después se volvió a acercar a Xóchitl. Esta vez fue más sutil hasta que aceptó ser su novia. Fue un noviazgo fugaz. Duró unos meses: la celaba por todo.
Xóchitl terminó la relación. Se dedicó a sus estudios, concluyó la preparatoria y después convenció a sus padres y a su hermano mayor para que la apoyaran para estudiar odontología en una universidad privada en Puebla.
En el invierno de 2018, Xóchitl salió de vacaciones y de inmediato regresó a su pueblo a ver a su familia. En esos días, recibió la solicitud de amistad en Facebook de Juan. Habían pasado tres años desde el último contacto.
En cuanto la aceptó, Juan le pidió verse. Aceptó. Como en el primer encuentro fue directo:
—Que estás estudiando en Puebla…
—Sí.
—¿No habrá una escuela cómo para mi en Puebla?, ¿Me podrías ayudar?
—Sí te ayudo, no creo que haya problemas —respondió Xóchitl sorprendida por su interés de estudiar en Puebla cuando apenas terminó la primaria. No le tomó importancia.
Casi terminaban las vacaciones y Juan volvió a contactar: “Llévame contigo, me gustaría mucho estudiar”. Xóchitl se negó. Le explicó que sus padres y su hermano sólo le daban dinero para lo necesario, sin la posibilidad de cubrir un gasto extra.
Juan insistió: dijo que tenía algunos ahorros y que llegando a Puebla buscaría trabajo.
“Déjame checar”, respondió Xóchitl tratando de esquivarlo.
Era la mañana del 10 de enero de 2019, Xóchitl llegó a los taxis que van a Puebla. Ahí estaba Juan. Por su cuenta investigó el día y la hora en que saldría. Se fueron juntos. Cada quién pagó sus pasajes. Lo hospedó, con el compromiso de que saldría lo antes posible.
Pasaron días y Juan sin emplearse. Un día la casera detuvo a Xóchitl en la entrada del cuarto. Le dio un ultimátum: o se iba Juan o pagaba renta. Xóchitl se comprometió a que en unos días Juan dejaría el lugar. Eso no ocurrió.
La casera se comunicó con la mamá de Xóchitl, le informó de la presencia de Juan.
Un día, tocaron la puerta del cuarto, Xóchitl abrió; era su mamá.
—¿Quién es él? —preguntó directo.
—Soy su novio —dijo Juan, anticipándose a Xóchitl.
Ese día, la señora se retiró enojada, sintiéndose engañada por Xóchitl.
“Lo único que me dijo es que a partir de ese momento yo ya no era su responsabilidad, que él tenía que ver por mi”, recuerda Xóchitl.
Juan se siguió quedando en el cuarto, la mamá de Xóchitl cumplió su palabra: dejó de enviarle dinero y le dejó de hablar. Sin dinero y sin el respaldo de su familia, Xóchitl decidió regresar a la Montaña de Guerrero junto con Juan.
En cuanto llegaron a la Montaña, Juan buscó a su papá para que los ayudara con hospedaje. El padre les pagó la renta de un cuarto y se lo llevó a trabajar como repartidor de cilindros con gas.
Comenzó el control. Primero prohibió a Xóchitl que visitara a su cuñada, después le quitó el celular.
“Me dijo que no lo necesitaba si ya estaba con él. Yo en ese momento acepté: pues sí, para qué necesito un celular si no salgo”, recuerda.
En esos días, su mamá intentó contactar a Xóchitl, pero el celular lo tenía Juan. Él le contestó.
“Casi no salía, me despertaba, lavaba la ropa, hacía aseo. No teníamos tele ni nada. Le dije que comprara una, la compró, pero después esa era la excusa: “para que quieres salir si ahí tienes la tele”, cuenta.
Un día, una tía de Juan le contó que Xóchitl salía de la casa cuando no estaba para verse con alguien. Esa vez la golpeó, le dejó la cara llena de moretones. Los dos días siguientes no fue a trabajar para impedir que Xóchitl se escapara.
Xóchitl se quedó, no tenía dinero ni tampoco comunicación con su familia. Pidió ayuda al padre de Juan.
“Platiquen bien entre ustedes”, fue la única respuesta que recibió.
Juan la golpeó otras tres veces, hasta que Xóchitl logró ver a su cuñada para pedirle que le dijera a su mamá que fuera por ella.
Su mamá la rescató y después de meses, Xóchitl volvió con su familia.
Xóchitl apenas pasó una semana en la casa de sus papás cuando Juan llegó para convencerla de que volvieran.
Juan habló con sus papás, negó haberle pegado, además les dijo que era ella la que comenzaba las discusiones.
El papá de Xóchitl les pidió que hablaran, que arreglaran sus problemas y les ofreció un cuarto en su casa para que vivieran. Juan aceptó de inmediato. Se mudó a vivir con ellos. Apenas pasaron unos días y comenzaron las peleas.
Un día, Xóchitl preparaba de comer a su papá, cuando llegó Juan. La llamó al cuarto y le reclamó. Xóchitl le explicó que tenían que ayudar con los quehaceres. Juan le rompió el vestido, ella se defendió y en el jaloneo lo golpeó en la nariz. Él le echó su sangre en la cara, en el cuerpo y la retó: “vete, acusame con tu papá”.
Su papá les volvió a pedir que hablaran, que si no se entendían que se dejaran. Fue todo.
La relación continuó, pero Juan convenció a Xóchitl que se fueran a vivir a la casa de su mamá. Ahí los maltratos se hicieron constantes, casi cotidianos. Por cualquier motivo la golpeaba.
Una vez, regresaban de Tlapa porque Xóchitl había acompañado a su mamá a comprar una computadora para su hermano, Juan la golpeó.
Dejaron primero a la mamá, antes de llegar a la casa donde vivían, Xóchitl se asomó por la ventana del carro hacia la cancha del pueblo.
“¿Qué ves?”, reclamó Juan. Xóchitl trató de evitar la pelea.
“Apenas entramos a la casa y me aventó. Me tiró, me pateó, y comencé a gritar. Entró su hermano y le dijo que se calmara: “No ves que está embarazada y sigues haciendo tus pendejadas”. No le hizo caso, me siguió golpeando. Llegó su mamá, su abuelita, lo querían calmar pero las empujó, a su mamá le pegó y a su abuelita la tiró”.
Después de recuperarse de los golpes, mientras Juan dormía, Xóchitl se escapó. Llegó a la casa de sus papás. Pidieron ayuda a Tlachinollan.
Tlachinollan llamó a Juan y acordaron que no se le acercaría a Xóchitl.
Un tiempo después volvieron pero esta vez decidieron que sería en una casa neutra, regresaron al lugar donde vivieron juntos por primera vez.
Esa nueva etapa duró hasta octubre de 2019, cuando Xóchitl huyó lejos de la Montaña.
Xóchitl regresó a la Montaña en marzo de 2020, por complicaciones en su embarazo. Los médicos le dijeron que el parto sería complicado porque el bebé mostraba desnutrición, por la mala alimentación que ella había llevado. Decidió estar cerca de su mamá.
El parto no tuvo complicaciones y el bebé nació sano.
Juan se enteró que regresó a la Montaña y la buscó de nuevo, pero esta vez no la convenció. La familia de Juan decidió llevar el caso con el comisario del pueblo, acusaron a Xóchitl de negarle ver al niño.
Era agosto de 2020, el comisario llamó a Xóchitl y a sus padres. Intentó mediar. Le pidió que volviera con Juan, que intentarán rehacer la relación. Ella se negó. En cambio él pidió al comisario que le permitiera ver al niño y que le dejara que se hiciera cargo de algunos gastos. Eso acordaron.
Durante dos meses Juan pasaba a ver al niño y a dejarle dinero y pañales, hasta que quemó a Xóchitl.
LA DENUNCIA
Cuando fueron a denunciar a Juan, en el Ministerio Público (MP) les dijeron que no podían detenerlo, porque quemar con agua caliente a una persona no es un delito.
Lo único que hizo el MP adscrito a la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar de Guerrero, en Tlapa, fue llamar al padre de Juan para pagar los gastos médicos.
“Nosotros le dijimos que no queríamos dinero, lo que queríamos es que lo detuvieran”, dice Xóchitl.
La titular del MP insistió: “nos preguntó que cuánto queríamos: 5 mil o 10 mil, pero al final no supimos cuánto pidió”.
Un día, la titular del MP citó a Xóchitl y Juan, pero éste ya había huido. En su lugar llegó su padre. La funcionaria dijo que serían 25 mil pesos, el hombre aceptó y los entregó.
Xóchitl lo rechazó y le preguntó dónde estaba su hijo.
“Yo pensé que andaba contigo, que se habían ido a Culiacán a trabajar”, le respondió.
La titular del MP volvió a insistir hasta que convenció a Xóchitl. Al salir de las oficinas, policías ministeriales le pidieron 5 mil pesos, porque supuestamente harían rondines de vigilancia cerca de su casa y la MP le pidió otros 3 mil, sin decirles porqué.
El resto del dinero, dice, Xóchitl lo tienen guardado y no piensa gastarlo.
En distintas ocasiones a Xóchitl le han dicho que a Juan lo esconde su papá, también le han dicho que ha amenazado con matarla.
LA RECUPERACIÓN
Xóchitl no pierde la sonrisa. Ríe a la primera provocación, pero una parte de su mirada está apagada en parte por el cansancio que implica no poder dormir bien por las quemaduras. Lleva más de un mes sin poder acostarse bien, sin poder amamantar a su bebé por sí sola.
Las cicatrices de las quemaduras le duelen con cualquier contacto y por momentos una comezón invade su cuerpo. Aunque está contenta porque los médicos le han dicho que se recupera muy bien.