Olivia, mujer quemada con aceite y ácido, quiere que su agresor vea como la dejó
Olivia Ibarra Sánchez, mujer a la que un hombre le prendió fuego en el rostro y las extremidades al defender a una adulta mayor que era golpeada, dice que teme por su integridad. Además, debe enfrentar la falta de recursos para comprar los medicamentos que le recetaron para seguir con su tratamiento.
Olivia ocupa una pequeña habitación, en un lugar que desea permanezca desconocido, por su seguridad y la de sus familiares. Está acostada. La cubre una cobija roja. Sus muñecas están vendadas. Su oreja derecha fue reconstruida por los médicos. No se mueve, sólo platica. Lo que quiere es que se conozca su historia, quiere justicia.
Su rostro es flanqueado por un cabello rojizo, luce algunas canas en la frente. El cuarto permanece en penumbras. Las luces se encienden sólo por unos minutos, para no lastimar los ojos de Olivia, quien narra con voz débil y pausada lo ocurrido el 4 de septiembre.
“Ese día venía de trabajar a las cinco de la tarde. Llegué a mi casa y empezaron a gritar. Ya estaban peleándose. Les dije ‘ya párenle, dejen de pegarle a esa señora, ya está grande de edad, no se puede defender’. No quisieron y aventaron el aceite del sartén, me cayó a mí, a una de mis cuñadas y a una de sus hijas en sus pies.
“En eso el muchacho drogado, traía su bote con el que se drogaba y me lo aventó en la cara. No me dí cuenta cómo lo encendió o qué pasó. No me acuerdo de nada. Me echaron mucha agua y salí corriendo. Mi niño gritaba ‘ya quemaste a mi mamá’... hasta ahí me acuerdo”, comenta la mujer.
Luego, dice, recuerda que estaba sentada en la calle, mientras su hijo la quería tapar porque estaba muy quemada. Estaba esperando una ambulancia, pero tardaba en llegar. El dolor que sentía era mucho. La ayuda médica tardó en hacerse presente y cuando lo hizo atendió primero a la otra mujer quemada. La otra mujer, señala Olivia, es la hermana del agresor, pero en su caso fue dada de alta rápidamente, pues sus quemaduras no eran tan severas.
Dice que cuando llegó al hospital le pusieron una inyección y perdió el conocimiento. Despertó al otro día en una habitación oscura. Un doctor le preguntó si ya se tranquilizaría.
Olivia asegura que no es la primera ocasión que tiene conflictos con el agresor, pues cada ocho días hay riñas entre los miembros de esa familia. En su casa hay sólo mujeres, su esposo murió hace dos años.
Su hijo menor, de 10 años de edad, está con una de sus tías. Sus otros hijos ya están casados y pronto la visitarán. Su hija no ha podido ir a verla porque está embarazada.
Tras ser dada de alta, Olivia dice que debe seguir un tratamiento con diferentes pomadas que debe aplicarse en la piel. Sin embargo, el problema es comprarlas, pues son costosas y ni ella ni su familia pueden adquirirlas. Hasta el momento, el único apoyo que ha tenido es de su familia. Ninguna organización se ha acercado para brindarle acompañamiento o apoyarla con sus medicamentos y gastos.
Empleada en una tortillería, Olivia menciona que su jefe está enterado de su situación y de su estado de salud.
“Le tengo que echar ganas para salir adelante. Le he dicho a mi hijo que le voy a echar ganas. Mis otros hijos ya están casados, pero tengo todavía uno que tengo que sacar adelante y quiero un buen camino para él, no como los tíos”, precisa.
Los médicos no le han dicho en cuánto tiempo se recuperará, pero ella quiere que sea pronto, quiere regresar con su hijo, volver a trabajar, recuperar su vida, aunque no será igual.
Olivia dice que tiene una sensación en el pecho, un sentimiento, pero no sabe porqué. Lo relaciona con que su hermano está enfermo y no ha podido visitarlo. Dice que el día que fue atacada pensaba visitarlo, pero no pudo ir y no le han dicho cómo se encuentra, pero tiene “una sensación muy fea”.
Precisa que quiere que se conozca su caso, que se vea su rostro con las heridas, con las lesiones con las cuales tendrá que vivir el resto de su vida. Quiere también que el agresor y su familia vean las consecuencias del ataque, para que no se lo haga a nadie más, para que ninguna otra mujer o persona vuelva a padecer este suplicio.
Gasas, jabón quirúrgico, vendas, pomadas para las quemaduras, así como otros medicamentos para el dolor, son necesarios para Olivia en este momento.
Isaura Ibarra Sánchez, hermana de Olivia pide justicia. La agresión a su consanguínea cambió a la familia.
“Yo, como familiar, pido justicia. Nos llevamos esta sorpresa. Nadie en la familia había pasado antes por esto, y ahorita que lo estoy viviendo sí es difícil para nosotros. Pido justicia y pido ayuda para las medicinas de mi hermana para que pueda salir adelante”, afirma.
Isaura recuerda que Olivia, hasta antes de la agresión era una mujer luchona, alegre. “Luego a veces tenía pleitos con sus cuñadas. Pero siempre ha sido bien trabajadora. A ella no se le dificulta nada sacar a sus hijos adelante. Es lo que pido, que sea la misma de antes, pues ahora está muy delicada de salud. Ahorita me la dieron de alta en el hospital, pero me dijeron que está delicada de salud. Las quemaduras son muy profundas”.
También pide a las autoridades una orden de restricción para el atacante, pues tienen miedo de una nueva agresión.
Olivia e Isaura se quedan en la pequeña habitación. Piden que se apague la luz al salir. Las dos hermanas y una joven, también familiar, se quedan en la oscuridad. Olivia ha tenido que reingresar al hospital, pero ahora es para tratar las heridas de las quemaduras, para evitar que haya alguna infección.