Luego de 13 años de violencia, Romina se decidió por un 'hasta aquí'
Romina es una sobreviviente de violencia y ha aceptado compartir su historia para ayudar a otras mujeres que, como ella, han tenido que enfrentarla.
Vivió 13 años bajo esta condición hasta que un día se decidió a poner un alto, pidió el divorcio y comenzó a trabajar en ella para reconstruirse después de la devastación sufrida; ahora que salió de ese círculo vicioso, cuenta su historia para inspirar a otras mujeres a vivir libres, empoderadas y sin miedo a los retos para enfrentarse a quienes buscan hacerles daño.
La joven mujer se unió con su ex pareja en 2010. Recuerda que durante el primero de los años en esa unión todo fue relativamente bueno, como miel sobre hojuelas.
La pesadilla iniciaría después, al inicio del segundo año comenzaron los problemas, la relación insana, cuando su entonces pareja comenzó a pedirle fotos y datos de dónde estaba, con quién y qué hacía.
La situación empezó a agravarse y todo fue escalando hasta que cada noche le revisaba sin su consentimiento el teléfono celular. La obligaba a tener su dispositivo sin contraseña, además de que se ponía a su lado cuando recibía llamadas telefónicas para ver de quién se trataba y al terminar le preguntaba el motivo de la llamada y demás detalles, e incluso le borraba contactos que a él no le agradaban, la humillaba frente a amigas, entre otras cuestiones que no son sanas o dignas para cualquier mujer.
Por trece años la fue sometiendo a través de una manipulación sigilosa hasta la violencia; un día ella se hartó y pidió el divorcio, poniendo un alto por ella y sus hijos, y ahí inició otro calvario: el de los trámites, aunque hubo cierta civilidad por los hijos y lo hizo un poco más llevadero, pero no sencillo. Es un proceso sumamente difícil, admite.
Ex pareja la seguía
Durante el trámite del divorcio, Romina y su ex pareja llevaban a cabo sus actividades por separado, en un acuerdo común de respeto para mantener la convivencia con sus hijos, a fin de generar el menor impacto posible en ellos.
Un día ella salió a convivir con amigas y en ese lapso su ex pareja le marcó a su celular, pero no contestó a pesar de la insistencia con las llamadas telefónicas; más tarde, cuando ya se disponía a retirarse del sitio en donde se había reunido con su grupo de amigas, se percató que su vehículo no arrancaba.
Coincidentemente su ex pareja llegó a alcanzarla al sitio en donde se encontraba, sin que ella le hubiera proporcionado la ubicación para que la localizara con exactitud. Ahí le reclamó su estancia en el lugar y la compañía, discutieron nuevamente. Ella sospechaba que su ex pareja había colocado algún localizador pues ya había pasado algo similar antes; él lo negó.
Días después detectó y retiró el dispositivo GPS, con el que además de rastrear su ubicación en tiempo real e historiales, se podía cortar la corriente eléctrica al vehículo; también contaba con un micrófono espía y otras funciones invasivas para vulnerar su privacidad.
Confirmó que su separación era lo mejor que podía hacer y finalmente hace unas semanas concluyeron los trámites y firmó el divorcio.
Ahora sigue con su proceso para sanar, para reencontrarse con la mujer a la que un día se le fue apagando la mirada que la caracteriza tras un matrimonio insano en el que reinó la violencia silenciosa, sin golpes, pero con el mismo daño y afectaciones tanto para ella como para sus pequeños.
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