Luis Armando tiene 24 años de edad y es invidente. Todos los días se arriesga a andar solo, a caminar, por una de las vialidades más peligrosas de Tijuana: el bulevard 2000.
Sin banquetas, en tramos sin acotamiento, sin puentes peatonales, lleno de obstáculos, como basura, maleza o tierra acumulada por años sin limpieza, camina a ciegas, apoyado únicamente con un improvisado bastón para detectar obstáculos.
Se sabe de memoria su recorrido, pero lo que no puede prever es por dónde va a pasar un carro o en qué momento. Literalmente se juega la vida a cada paso.
Está obligado por la necesidad a realizar este recorrido, ya que no tiene ingresos, ni trabajo fijo.
Busca metales o cualquier otro material que pueda ser valioso y acude diariamente a venderlos a la metalera de la colonia Las Torres, de Otay.
Perdió la vista hace tres años, a consecuencia de un disparo de ama de fuego en la cabeza.
Vive antes del túnel, prácticamente en la vía pública. No tiene casa, comparte una choza de madera con su mamá y su hermana.
Sin ver, se arriesga a caminar entre los autos.
No tiene teléfono ni cómo contactarse con él. No puede hacer otra cosa mas que arriesgarse todos los días para sobrevivir.
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