Líderes de la comunidad Kumiay expresaron su preocupación porque se encuentran en calidad de desaparecidos tres integrantes de esa etnia bajacaliforniana, sin que las autoridades respondan ni siquiera el avance que se tiene en cuanto a las investigaciones.

Se trata de Aracely Saraí y Blanca Estela Meza Alcalá, así como el esposo de la última, Jesús Manuel Barajas Martínez, todos residentes del valle de San Pedro, quienes se encuentran desaparecidos desde el jueves pasado.

Familiares de las víctimas, Ana Isabel Meza Alcalá, hermana de Aracely y Blanca --de 34 y 36 años, respectivamente-- indicó que se interpuso una denuncia ante la Fiscalía General desde el sábado pasado, sin que se haya brindado algún avance desde entonces.

"Ellas estaban en su casa, vivían juntos en valle San Pedro, entre Tijuana y Tecate, donde se ubica un campus de la Universidad Autónoma de Baja California llamado valle de las Palmas", relató Ana Isabel.

"Hace algún tiempo que yo no los visitaba porque trabajo", refirió, "por eso no sabemos la hora en la que desaparecieron los tres, pero Aracely tiene una hija y siempre le estaba mandando mensajes por Facebook, siempre tenía contacto".

La mayor preocupación de los familiares es que apenas el pasado 24 de septiembre, acribillaron en su casa a Óscar Eyraud Adams, activista defensor del agua para los kumiays, sin que tampoco se haya informado sobre avances para identificar a los responsables.

De manera extraoficial se dio a conocer la posibilidad de que dos de los cinco cuerpos encontrados este jueves en un terreno de San Pedro, del municipio de Tijuana, correspondan a Araceli y Blanca Meza Alcalá, indígenas tecatenses de la comunidad Kumiai, desaparecidas a principios de mes. 

Ambos cuerpos tienen características que corresponden al de ambas mujeres: tres tatuajes, según confirmó una de las familiares. 

Este jueves, desde las casi 8 de la mañana, personal militar encontró el sitio con (hasta el momento) cinco cuerpos. 

Pasaron entre cinco y seis horas para que hubiera un primer respondiente y que una autoridad asumiera la responsabilidad de hallazgo. 

La familia de Araceli y Blanca se escucha tranquila. Esperan -aún con la noticia- que los dos cuerpos sean su gente, confirmar que son ellas según los protocolos que marcan las pruebas de genética y que así, en caso de serlo, poderlas llevar de regreso a su comunidad.