Con una carriola, mochilas y singulares letreros, llegaron a México “Los Lozada”, una familia de migrantes procedentes de Venezuela; buscan llegar a los Estados Unidos a través de una ruta que ellos diseñaron y les permite trabajar en cualquier parte que llegan y, ¿por qué no?, disfrutar del viaje.
Esta semana llegaron a Veracruz, cargando una imagen de su bandera con la frase: “Ayúdanos a seguir nuestro destino”, que cuelgan en sus cuellos con una cuerda, para solicitar el apoyo de las personas, lo que, aseguran, les ha funcionado.
“Estamos muy agradecidos con las personas y sobre todo con los mexicanos que nos han tendido la mano, te puedo decir que nunca hemos dormido en la calle, porque nunca falta quien nos preste un lugar para descansar”, dice Jessica de 29 años.
En su mayoría son jóvenes de entre 21 y 34 años; entre el grupo hay dos parejas, uno de ellos con una bebé de tres años que, aseguran, es la consentida de la familia.
Desde hace más de seis años, Venezuela atraviesa una de las principales crisis de desplazamiento del mundo debido a la problemática socioeconómica desde la llegada del chavismo al poder, de acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional, del 2015 a la fecha más de siete millones de venezolanos abandonaron su país y para 2025 se espera se sumen a la lista 1.4 millones más.
Aliss Mar Lobera, originaria de Cumaná, quien viaja con su pequeña en brazos, aseguró que pese a lo complicado del viaje afortunadamente han logrado transitar de una nación a otra sin ser víctimas de la comisión de un delito.
“Te puedo decir que gracias a muchas personas estamos echando para adelante, con su apoyo, el poquito que nos dan, unas moneditas, de bendiciones vamos recolectando, que si para dormir, para pagar un hospedaje, para comer y vamos para adelante”.
Llevan cinco meses en su ruta del migrante, donde piden trabajo a cambio de comida o unas monedas del país, que atraviesan, aseguran que no tienen prisa de llegar, por lo que prefieren usar el tren o viajar hacinados en unidades de carga, para no exponerse más de lo que lo que viven.
Jessica es de las pocas que narra a detalle su travesía, donde han viajado a lo largo de cinco meses, desde Colombia a México.
La selva del Darién, que comunica a Colombia con Panamá, es la ruta más peligrosa, donde aseguran vieron de todo al cruzar los casi 200 kilómetros de flora y fauna.
“Entras en la selva y nos ves el fin, ni la entrada ni la salida, la misma selva te traga, no hallas como salir, te desesperas, cuando no hay desespero nos va bien, ¿por qué? Porque uno tiene que tener fe y apoyarse en Dios, una vez que tú decaes, te mueres en la selva, porque nadie te ayuda; el sol cansa, es escalar montañas, subes, bajas, te tiras en el río, pasas el río y muchas cosas, uno tiene que tener fuerzas, si tú te pones a llorar y sentirte mal nunca vas a llegar te mueres en la selva, mucha gente se ha muerto así”, asegura.
En la selva, existen puntos específicos donde hay comerciantes que se han organizado para ofrecer bebidas y otros productos a quien lo necesite. Algunos migrantes han denunciado que los guías los hacen transitar caminos fangosos e insalubres para ralentizar el recorrido y procurar venderles cosas.
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