La disforia poscoital o el por qué lloramos minutos después del sexo
La disforia poscoital o depresión poscoital es más común de lo que se piensa, ya que suele presentarse con frecuencia en consultas psiquiátricas, con psicólogos y sexólogos. Esto ha impulsado el desarrollo de diferentes estudios sobre el tema.
La disforia poscoital, como la llaman los expertos en la materia, es, de hecho, un fenómeno ampliamente documentado cuyas primeras referencias se remontan a la época del Imperio Romano. Hacia el 150 d.C. el eminente médico griego Galeno escribió, “Después del coito, todos los animales entristecen a excepción de la hembra humana y el gallo”.
En número, hasta el 10 % de las mujeres pueden padecerla; y esta sensación de vacío, según el estudio, dura solo por algunos minutos después del sexo. Este síndrome no se trata de una verdadera depresión, más bien es un bajo estado de ánimo, breve y poco profundo, que aparece después de la relación sexual. Tanto los hombres como mujeres desencadenan cuadros de tristeza, vacío, depresión y mal humor.
Se caracteriza por tristeza, ansiedad, arrepentimiento, inquietud e irritabilidad después de un encuentro sexual y puede durar desde un par de minutos hasta unos días después de coito.
Aunque muchas personas en situaciones normales se sienten relajadas y placenteras a continuación del climax, otras tienden a arrepentirse o sentir rechazo por el escenario anterior. En la actualidad, hay distintos enfoques de esta afección. La primera orientación apunta a una respuesta biológica del organismo por la ausencia de algunas sustancias en el cerebro humano después de un encuentro sexual. El doctor Richard A. Friedman, profesor de siquiatría clínica y director de la clínica sicofarmacológica del Weill Cornell Medical College; consiguió que la reacción pudiese estar asociada a la disminución durante el sexo de la actividad en la amígdala, relacionada con otros sentimientos como el temor y el miedo.
En conclusión, las causas de la disforia poscoital son esquivas y totalmente subjetivas. Para algunos puede tratarse de un problema químico y para otros es de origen existencial. O simplemente puede tratarse de un episodio romántico desafortunado del pasado.