Entrenan abejas para detectar COVID-19 y otras enfermedades
Un equipo de científicos entrenó a abejas, que tienen un sentido del olfato inusualmente agudo, para que pudieran detectar a personas infectadas con COVID-19.
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Las abejas, como los perros, pueden aprender a detectar gases volátiles y olores, con solo unos minutos de entrenamiento.
Esta investigación se realizó con más de 150 abejas en el laboratorio de Bioseguridad de Wageningen Bioveterinary Research con diferentes configuraciones de entrenamiento para determinar el protocolo de entrenamiento más óptimo.
Para entrenar a las abejas, los científicos del laboratorio de investigación les dieron agua azucarada como recompensa tras mostrarles muestras infectadas con COVID-19. No recibían ninguna recompensa si se les mostraba una muestra no infectada.
Una vez acostumbradas al sistema, las abejas fueron capaces de extender la lengua espontáneamente para recibir una recompensa cuando se les presentaba una muestra infectada, según explicó Wim van der Poel, profesor de virología que participó en el proyecto.
Confirmación cuando una abeja extiende su lengua
Según los investigadores, el hecho de que las abejas extiendan su lengua en forma de paja para beber es la confirmación de un resultado positivo en la prueba del coronavirus.
El resultado de la prueba del COVID-19 puede tardar horas o días, pero la respuesta de las abejas es inmediata. Además, el método es barato, lo que lo hace potencialmente útil para los países en los que las pruebas son escasas, dijeron.
Tailandia despliega perros entrenados para detectar a personas con COVID-19
Tailandia se convirtió en el primer país en desplegar perros entrenados para detectar COVID-19. Fueron tres de seis labradores los que debutaron en la Universidad de Chulalongkorn de Bangkok, después de participar en simulacros, que según, el líder del proyecto, arrojaron una tasa de eficacia del 95 por ciento, con cerca de dos mil muestras.
Los perros no están obligados a oler directamente a los humanos. Las muestras de sudor se recolectan de las personas y se almacenan en pequeños contenedores de metal para que los labradores las inspeccionen una por una.
Cuando se encuentra una sospecha de infección, el perro se detiene y dirige su nariz hacia la muestra.