El Rebaño sale puro del averno
Fue una alegría de 120 segundos. El Guadalajara y todo su pueblo sentían que la final estaba demasiado cerca, cuando Rodolfo Pizarro encontró el gol (82’).
Matías Almeyda brincó alegre. Todos los jugadores de Chivas se abrazaron. Más Fernando Uribe puso el empate (1-1) para el Toluca dos minutos después. Marcador que le da ventaja al Rebaño Sagrado, pero pudo ser mejor. Los tapatíos le dieron vida a los Diablos. Aun así, al chiverío le basta con igualar como local 0-0, 1-1 o ganar para estar en la serie por el cetro.
Chivas comenzó a retarse a sí mismo. Quiso saber si en verdad era capaz de anotar, de ser contundente y perfilarse con goles hacia la gran final del Clausura 2017.
Pero en este torneo y, en especial, durante la Liguilla, no hay nada más sincero que el Guadalajara con la ausencia de puntería, estrellándose contra la falta de contundencia. Fue su estigma en la primera mitad.
Luego del susto que se llevó en los primeros minutos, cuando el delantero escarlata Fernando Uribe anotó en fuera de lugar, el Rebaño Sagrado generó las suficientes llegadas para irse adelante. No lo hizo.
Carlos Fierro erró un gol cantado en el área chica. Orbelín Pineda desperdició un penalti en movimiento y, cuando dio un certero cabezazo que iba a anidarse, se topó con las manos puntuales de Alfredo Talavera. Ante sus fallas, Pineda sólo atinó a arrodillarse. Reconoció que el desenlace pudo ser mejor. Se resignó a la frustración.
Impotencia e incredulidad en Almeyda. Le parecía inverosímil que su equipo se plantara en los primeros 45 minutos con la personalidad suficiente para agobiar a los Diablos Rojos, hacer la valiosa diana de visitante y respirar con tranquilidad en la eliminatoria. Le faltó el gol.
El argentino careció de explicaciones para saber qué extraña maldición atacó a sus jugadores, a quienes marcar les es tan difícil que en los primeros 225 minutos de “Fiesta Grande” apenas pudieron celebrar una vez, misma que les dio el pase a las semifinales.
Cuando llegó el descanso, dio la sensación de que Guadalajara dejó demasiado margen de error al Toluca. Tuvo para golpearlo en varias ocasiones, pero la clemencia ha sido un defecto que ejerció el chiverío.
La esperanza de Almeyda estuvo en que, para la segunda parte, alguien de sus pupilos se quitara la amnesia goleadora. Que se borrara de una vez por todas la sequía de cara al marco rival.