José Mourinho ha dirigido 327 partidos de liga como local y hasta este jueves nunca había perdido dos de ellos seguidos. El portugués, en cuanto ha visto quebrada la fructífera unión entre Harry Kane y Heung-min Son, se ha quedado sin ideas y con un libreto caduco digno de otra época.
Las dos derrotas ante Brighton & Hove Albion y Chelsea han dejado al desnudo las carencias tácticas del Tottenham de Mou. Contra las ‘Gaviotas’ estrenaron la baja de Kane, atornillado a patadas en los tobillos en el anterior duelo contra el Liverpool y su ausencia abría un agujero en el ataque de un equipo que nunca ha tenido un recambio de garantías para su ‘nueve’, pese a que este ha coqueteado con las lesiones los últimos tres años.
Sin Kane, Mourinho optó por dar la responsabilidad en ataque a un jugador como Son, bendecido de cara a puerta esta temporada -16 goles-, pero sin los galones para que sobre sus hombros caiga toda la producción ofensiva de un equipo.
Le cubrió de dos bandas rápidos. Steven Bergwijn por la izquierda y Gareth Bale, en su segunda titularidad en Premier, por la izquierda.
Y el Tottenham no disparó a puerta hasta la segunda parte, cuando entró Carlos Vinicius al campo, el suplente de Kane.
El desastre que ocasionó ese encuentro -derrota contra un equipo de la parte baja y terrible imagen-, llevó a Mourinho a cambiar. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que Son no volvería a la posición de falso ‘nueve’ y que recogería el testigo en la banda de un Bale de nuevo castigado con el ostracismo.
La situación del galés es tan estrambótica que cuando una periodista de BT Sport le preguntó a Mourinho por no haberle dado minutos contra el Chelsea este profirió un “Es buena pregunta, pero no te mereces la respuesta”, con su acidez y condescendencia habitual.
Y es que Mou se dio cuenta de que si tienes un delantero en el banquillo y estás llamado a dominar, como ante el Chelsea en casa, lo más normal es que lo metas en el campo.
Por eso Carlos Vinicius saltó al Tottenham Hotspur Stadium dispuesto a hacer olvidar a Kane. Y nada más lejos de la realidad. El brasileño pasó totalmente desapercibido. ¿Culpa suya? Seguramente no.
El Tottenham recordó a aquel Real Madrid o a aquel Manchester United que entregaban el control del partido y sembraban la duda de si no sabían como atacar o si estaban renunciando a ello. Ambos equipos, casualmente entrenados por el mismo hombre y las mismas ideas. Bloque bajo en defensa, agachar el culo y aguantar.
La máxima, llegar vivo a los minutos finales para poder llevarse la victoria en un chispazo. Esa estrategia que a los ‘Spurs’ se les vino abajo cuando Eric Dier soltó una innecesaria patada a Timo Werner a los 24 minutos de partido, provocando un penalti trascendental para el devenir de los minutos.
Porque el gol no cambia a Mourinho, impertérrito en su idea de sostenerse en el 0-0 o el 0-1 y lanzarse en el ocaso, en el que, por gracia del destino, estuvo a punto de empatar.
Con el retorno de Kane a la vuelta de la esquina, Mourinho ojea el libreto para descifrar el porqué sus futbolistas no encuentran la manera de dominar, de crear y de divertir.
Quizás porque esa idea nunca llegó a ser escrita en el libreto caduco de Mou.