Los problemas de Naomi Osaka en los torneos del Grand Slam llegan en la primera semana. Sin embargo, en los de pista dura, en cuanto supera esa fase comienza a prepararse para grabar su nombre en el trofeo.
Osaka levantó el sábado su cuarto título en ocho apariciones en majors en una final del Abierto de Australia que inicialmente parecía ajustada antes de ganar seis games consecutivos que le permitieron alejarse en el marcador y derrotar 6-4, 6-3 a la estadounidense Jennifer Brady.
Con un potente servicio que le valió seis saques directos, la japonesa mejoró a 4-0 su foja en finales de un torneo del Gran Slam. Osaka es la primera mujer en iniciar su carrera de ese modo desde Mónica Seles hace 30 años. Para Osaka, esto forma parte además de un récord de 12-0 en cuartos de finales y fases posteriores de los grandes torneos del circuito.
Osaka, elegida deportista femenina del año 2020 por The Associated Press, tiene también una racha de 21 partidos ganados que comenzó la pasada temporada e incluye su triunfal andadura en el Abierto de Estados Unidos del año pasado. Además, se coronó en Nueva York en 2018 y en Melbourne en 2019.
“Esta noche no debía ocurrir esto”, dijo Brady, de 25 años, que disputaba su primera final de un major. “Espero que haya muchas más”.
Osaka, de 23 años, nació en Japón de madre japonesa y padre haitiano, y emigró a Estados Unidos con su familia a los tres años.
Cuando arrancó la competición en Melbourne Park era la tercera en el ránking de la WTA, y ahora tiene asegurado avanzar al segundo puesto del escalafón.
Solo otras dos tenistas en activo tienen más títulos del Grand Slam que Osaka: Serena Williams, con 23, y su hermana Venus, con siete.
La próxima tarea de Osaka es mejorar en polvo de ladrillo y hierba ya que nunca ha pasado de tercera ronda en Roland Garros ni Wimbledon.
“Ella es una gran inspiración para todos nosotros, y lo que está haciendo para que el deporte se difunda es increíble”, señaló Brady, 22da preclasificada en el torneo. “Espero que las niñas estén en casa viendo y se inspiren con lo que está haciendo”.
Brady tuvo que pasar una estricta cuarentena de 15 días a su llegada a Australia en enero luego de que algunos pasajeros de su vuelo dieron positivo al coronavirus al aterrizar en el país.
Este torneo supuso un importante impulso en la carrera de la estadounidense, que no se había enfrentado a ninguna de las 25 primeras tenistas del ránking de la WTA ni mucho menos había llegado tan lejos en un major.
El estadio estaba a media capacidad para la final, con unos 7.500 espectadores, que regresaron a las gradas hace unos días tras cinco de ausencia por las restricciones impuestas para atajar un brote local de COVID-19.
“Gracias por venir y vernos. Se siente realmente increíble”, dijo Osaka, que el año pasado levantó el trofeo de vencedora del Abierto de Estados Unidos en una cancha vacía. “No jugué mi último Grand Slam con público, así que tener esta energía realmente significa mucho”.
Con la pizarra igualada a 4-4, Brady sacó un globo ganador que celebró agitando los brazos ara pedir más ánimos a los asistentes. Eso le valió un punto de break: si lo convertía, sacaría para ganar el primer set.
Pero Osaka anuló esa posibilidad con una derecha cruzada ganadora, y dos errores de la estadounidense dejaron el tanteo 5-4.
Osaka quebró su saque para llevarse el set, ayudada por una doble falta de Brady y una derecha que no superó la red.
Esto formó parte de la seguidilla de seis games que adelantó a la japonesa 4-0 en el segundo set y la encaminó hacia la victoria final.
En la final masculina del domingo, el serbio Novak Djokovic, número uno del mundo, buscará su noveno cetro en Australia y el 18vo en un Grand Slam. Enfrente tendrá al ruso Daniil Medvedev, (4to preclasificado), que juega su segunda final de un major y lleva 20 partidos sin perder.