El infierno de los ''centros de rehabilitación'' en Tijuana
Cuando una persona ya vive en adicciones, familiares de estos son los principales promotores de enviarlos a una “rehabilitación” en algunos centros como los llamados CREAD o CIRAD los cuales funcionan como anexos y que, en realidad, son fuentes de mala práctica, falta de atención profesional, deficientes en sus instalaciones y que no están reguladas por alguna institución de Salud.
Hace algunos años, José Ramírez estuvo internado en uno de estos anexos, y al observar la situación en la que se encontraba, la suciedad en la que los mandaban a dormir, el número tan grande de “usuarios” de este centro, decidió irse, sin embargo, los administradores no lo dejaron ir, al menos no por las buenas. José peleó, literalmente, para poder salir de ese lugar, el cual, dijo, era peor que estar metido en las drogas.
“En la mayor parte de los centros de rehabilitación no tienen unas instalaciones adecuadas, espacio donde puedan tener actividades recreativas, necesarias para una correcta rehabilitación”, dijo Ramírez.
“En estos lugares, la comida que les dan no es la adecuada, el aseo personal de la gente y sobre todo no reciben las terapias adecuadas; para que funcione, un adicto debe recibir terapia psicológica al menos dos veces por semana, durante todo su proceso.
“Si es una persona psicótica, con mucho tiempo de consumo y esta en una etapa avanzada de la adicción, requiere tratamiento psiquiátrico, con medicamento, pero también se necesita que al menos una vez por semana tengan terapia con su consultor”.
Regularmente en estos lugares existen entre 100 y 300 adictos, la mayoría no por voluntad propia sino porque fueron enviados ahí por sus familiares.
“Es indigno el trato que les dan en estos centros donde realmente son maltratos, humillaciones, se la pasan con mentadas de madres, castigos, golpes, insultos, groserías a los internos, por eso no funciona, son puros castigos y juntas todo el día abstinencia, mala comida, por eso no se rehabilitan”.
En un anexo, o centro de rehabilitación no se ocupan de una terapia, ni de medicación, solo tratan la abstinencia, “lo que pasa es que los tienen ahí, seis meses o un año sin una terapia real y por eso los jóvenes recaen y salen peor que como entraron”.
“Es cierto que, después de un año salen bien, pero a la semana, o dos semanas, recaen porque no hubo un seguimiento”.
“Para ellos es un negocio muy lucrativo, en el cual influye que las familias de los adictos están pagando cada semana, 500, 800 pesos por que tengan a su familiar ahí y se supone que esa cuota es para alimentación, estancia, pero, a esos centros el gobierno les ayuda económicamente para que no les falte, pero la realidad es otra, los centros se friegan el dinero y cosas personales, y a parte que les cobran a los familiares un dineral, salen peor”.
Asegura que ningún centro de rehabilitación les da terapia de seguimiento a los pacientes que egresaron, “nada más salen y ya, se olvidan de ellos, no hay quien les diga, fuiste a tus juntas, fuiste a la iglesia, como estás. Solamente les dicen, ‘ve al grupo, porque si no vas a recaer’.
Ramírez asegura que el seguimiento debe ser de entre dos y cinco años para crear una completa rehabilitación para que una persona deje completamente de consumir.
“Solo hay pocos centros que su funcionan, dijo José Ramírez, tales como algunos centros cristianos, o el centro Cotrssa (Comunidad Terapéutica de Rehabilitación y Reinserción Social del Adicto) que administra el Instituto Municipal Contra las Adicciones. De ahí en fuera, centros de rehabilitación no te recomendaría ninguno.
José Ramírez es consultor en adicciones, certificado por la Secretaría de Salud Estatal y Municipal, así como distintas Organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales.