Mensaje de navidad del Arzobispo para los Tijuanenses
En esta sociedad desgarrada por la violencia, inseguridad, corrupción e injusticias, necesitamos volver el corazón a Dios y poner en él nuestra esperanza. Necesitamos su ayuda para resolver los grandes conflictos y retos que enfrenta la humanidad. No queramos vivir sin Dios, no le saquemos la vuelta ni le juguemos a las escondidas. Sin él, nuestra vida no tiene ningún sentido, pues de él venimos, en él subsistimos y a él vamos a retornar tarde o temprano. Solo en Dios podemos encontrar la felicidad que andamos buscando, pero él nunca se impone a la fuerza sobre nuestra libertad. Ya que no podemos vivir sin esperanza, tampoco cedamos a derrotismos ni fatalismos, y avivemos en el Niño Dios nuestra esperanza hacia un mañana mejor.
La Navidad no es, pues, un mero acontecimiento social, ocasión para compras y regalos, para comer y beber, para relajarnos un poco. Es la manifestación de aquel misterio de amor que aconteció hace más de dos mil años en Belén y que se actualiza aquí y ahora:
Verdaderamente el Niño Dios renace en nuestra vida si lo acogemos en nuestro interior.
La gozosa vivencia de este tiempo de Navidad, que trasciende al Año Nuevo, nos impulse en nuestro crecimiento integral como personas, fortalezca la unidad de nuestras familias y renueve nuestra Arquidiócesis de Tijuana. Abramos de par en par el corazón a Jesús, Señor y Salvador, y asumamos los valores de su evangelio, sobre todo el amor, la verdad, la justicia y la solidaridad con los más pobres, para colaborar eficazmente al verdadero
progreso de nuestra patria y a la construcción de la paz que tanto anhelamos.