Rutina de vacaciones para no crear malos hábitos y evitar niños irritables.
Como padres creemos que en vacaciones hay que olvidarse de la disciplina en torno a las horas de sueño de nuestros hijos. Sin embargo, expertos subrayan que esto puede provocar malos hábitos, los cuales limitarían su desarrollo.
De acuerdo con Gerardo Ortiz Moncada, responsable del Centro de Atención a Estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), los factores a analizar son de orden biológico y social.
En el primero, se sugiere llevar una vida bajo los mismos patrones de ritmicidad. "En un desfase de tres horas, empiezan a comprometerse algunas condiciones. Por ejemplo, si el niño se levanta a las seis de la mañana, en vacaciones puede hacerlo entre siete y ocho; pero si se prolonga a las 10 u 11 de la mañana, se trastoca el nivel biológico", advierte.
Otro caso es cuando el pequeño se duerme de madrugada. En apariencia no sucede nada, pero no se debe ignorar una serie de desfases porque la actividad extrabiológica del cerebro se altera por 15 días. Si se vuelve una constante, presentará irritabilidad, mala concentración, problemas de atención y de aprendizaje.
"Es fundamental que se apeguen a su horario escolar. Los de preescolar deben dormir de 10 a 13 horas; los de primaria, de nueve a 11.
"Así, si solo descansan ocho, tendrán un rezago de una hora diaria. Por eso, cuando llega la temporada vacacional, los dejamos dormir más: para compensar, pero en realidad estamos creando malos hábitos", explica el vocero de la UPN.
Orden biológico y social
Este rezago también altera hormonas como la somatotropina o del crecimiento: si los menores duermen bien, crecerán de manera adecuada. Y pasa lo mismo con la alimentación. De ahí que sea necesario mantener sus horarios de comida.
"Si se repite el mismo patrón del sueño, el niño probará alimentos más tarde e, inevitablemente, sufrirá una descompensación", agrega el psicólogo Ortiz Moncada.
Respecto al orden social, el especialista lo define como establecer rutinas que, a la postre, permiten crear patrones conductuales y sociales, como llegar temprano a la escuela.
Así, pues, cuando sean adultos e ingresen al campo laboral, no se permitirán faltar al trabajo por cualquier circunstancia.
"Los infantes tienen dificultades de atención porque los padres no inculcaron o desarrollaron hábitos en ellos. Si estos existen, pero en vacaciones se trastocan, solo estamos enseñando a nuestros hijos que la vida es una fluctuación constante.
"Valoremos la temporada para llevarlos por buen camino. Una opción son los cursos porque tienen un ritmo: hora de entrada, portar uniforme y convivir con otros pequeños", señala el académico de la UPN.
Rutinas espontáneas
Por otro lado, el doctor Georgel Moctezuma Araoz, responsable del Centro de Orientación y Atención Psicológica (Coapsi) de la Universidad del Claustro de Sor Juana, enfatiza que las prácticas que llevamos a cabo en todas las áreas de nuestra vida deben tener sentido.
Dice que la cotidianidad está hecha de rutinas y, muchas veces, perdemos de vista la importancia de definirlas, para que éstas propongan algo relevante como el placer, las novedades, lo espontáneo, etcétera.
Son como una serie de ingredientes o elementos que no se pueden dejar de lado porque le dan vitalidad a todo lo que hacemos.
"Entre las niñas y niños hay que imprimir vitalidad, pero como adultos, no podemos transmitir lo que no tenemos en nuestros hábitos y conductas. Como padres hay que ser autocríticos: qué significa y qué implica ser mamá o papá. Es un cuestionamiento muy fuerte que atenta a nuestro ser y subjetividad.
"Como líderes del hogar, debemos tener la capacidad de crear rutinas distintas que sean parte de la vida familiar. Las vacaciones son una continuidad de los hábitos y sirven para establecer un contacto o convivencia más cercano con nuestros hijos. Eso cambia lo rutinario que se vive en la casa", considera el también investigador de tiempo completo del Colegio de Psicología del Claustro de Sor Juana.
Moctezuma Araoz concluye que otro reto de los padres es salir de nuestra zona de confort, la cual establece una monotonía. Justamente, lo que se necesita es preocuparse por generar en los pequeños la sorpresa, tomando en cuenta que el día se construye para que sea distinto. En resumen, es un proceso de poner en alto nuestro deseo de vivir.
Recomendaciones
Despiértalo en horarios que no disten demasiado de su hora habitual para ir a la escuela.
Al menos una semana antes de regresar a clases, implementa una curva de descenso para llegar, de manera paulatina, a su periodo de descanso usual.
Establece una dinámica de actividades durante el día: labores del hogar, lectura, resolver operaciones, ejercicios gramaticales y entretenimiento.
Respeta sus horarios tradicionales de alimentación.
Incentiva la convivencia con otros niños de su edad.
Información tomada de El Mañana